jueves, 4 de agosto de 2011

Juicio V. Hechos de la Mañana del 26 de Octubre


Juicio V. Hechos de la Mañana del 26 de Octubre


No dormí bien. Me desvelé a las 6 de la mañana y no pude conciliar de nuevo el sueño, así que me levanté, me preparé un café y traté de ordenar las ideas. Teníamos poco, por no decir nada. El video del asesino era lo más cerca que estábamos de él y en las grabaciones… Nada. Lo único que podíamos sacar era su complexión de manera genérica: No debía sobrepasar el metro setenta, era delgado o atlético, sus ropas poco ajustadas no nos permitían concretar. Si nos fiábamos del video y obviábamos la posibilidad de un disfraz más completo, podíamos decir que era de cabellos oscuros. Lo único que vimos de su rostro, el mentón, era algo afilado, seguramente sus facciones eran muy marcadas. Sus movimientos eran siempre lentos, suaves, incluso algo amanerados. A partir de ahí… nada más. Sólo podríamos extrapolar. Tomé unas notas para compartirlas luego con Rot.
   Por otro lado, sobre la víctima del autobús, los caminos se enrevesaban. Todo parecía indicar que éste venía o de visitar a Susan Bristol o al señor LouChan. Deberíamos esperar al equipo de Lucius Sinclair para saber si fue él quien estuvo allí realmente y si fue el quien compartió la droga. La víctima estuvo hablando en el autobús con un compañero del Dinamic Trade Bank, fue la última persona con la que habló y en la rueda de interrogatorios nos comentó que no le dijo de dónde venía. Pero ni este dato ni los anteriores, nos aportaban nada sobre nuestro asesino.
   En cuanto a la segunda víctima, el Sr. Newell no fue todo lo colaborador que se espera en estos casos y el sólito, como dijo Rot, se etiquetó como sospechoso. Pero
también era cierto que por coherencia debíamos descartarlo. Sólo el propio protocolo policial y su evasiva a la pregunta que le hice nos invitaban a indagar un poco más. Sobre la Sra. Newell teníamos tres asuntos pendientes: Por qué seguían casados, tratar de corroborar la coartada del Sr. Newell y averiguar si había ocurrido algún incidente en la peluquería, algo parecido al “robo” del asiento que sufrió la Sra. Deveró y que podría tratarse del detonante del asesino. No estaba claro, era algo muy difuso, pero no teníamos otra cosa.
   Fui anotando cada asunto y escribí algunas sugerencias e ideas. Se me ocurrió buscar un plano de la ciudad y estudié algunas ideas sobre él. Así me dieron las 7.30. Habíamos quedado en una hora en la cafetería de la esquina, donde Rot se empeñaba en meterse para evitar la comisaría. Es cierto que nunca le gustaron los despachos, en el fondo es un Poli de los de antes, de los de la calle, patearla y mezclarse, hablar y escuchar… No le iban los métodos modernos ni los avances aunque los aceptaba como útiles. Pero desde luego, tener este nivel de aversión a la comisaría… Sí, sólo podría deberse a que no estaba dispuesto a aguantar las miradas complacientes, lastimeras y palabras de consuelo torpes. Muchas de esas muestras de, digamos, solidaridad, se deben a una especie de obligación que sienten los que no son ni amigos ni familia. A un amigo, es estos casos, le basta con un silencio o con un breve abrazo para decir todo lo que tiene que decir. Y es así como más cómodo y mejor se siente quien lo recibe. La torpeza de un “¿cómo estás?” es digna de contestarse con la verdad: “como comprenderás, muy jodido, hundido y llorando todas las noches. La mujer que quería con locura y con la que compartía cada día y cada sueño, ha muerto. ¿Cómo crees que estoy?” O los que sienten una repentina amistad que antes no existía: “Sabes que me tienes para lo que quieras. Llámame y nos tomamos un café y hablamos…” Tío, no sabes ni el apellido de mi mujer, no hemos tomado un café en la vida y sólo nos cruzamos tres palabras al día… ¿Qué coño quieres que hablemos?
   Sí, posiblemente muchas de estas torpezas se dicen con corazón, pero pocas con cabeza. Y otras muchas se dicen porque creemos que hay que decirlo. No hay nada más egoísta que decir una de estas torpezas para sentirnos “cumplidores”. Si eres un buen amigo sabes que realmente el silencio y estar cerca bastan. Si no lo eres… mejor cállate; y no te preocupes, que realmente eso es lo que en el fondo se espera y desea, nadie se acordará de tu silencio…
   En definitiva, que entendía a Rot. Comprendía las pocas ganas de subir a la central. De ahí que pensando en todo esto, decidí ir a “nuestra nueva oficina” con algo de tiempo. Reservaría una mesa e iría desayunando mientras esperaba a Sam.
   Entre la ducha, vestirme y el tráfico, llegué sólo 15 minutos antes. Serían las 8:15h cuando crucé la acera y con sorpresa descubrí que Sam ya estaba dentro, en la mesa que le gustaba, pegada al ventanal. Trasteaba en su portátil o, más bien, parecía leer. En un momento dado alzó la cabeza y miró hacia mi, que cruzaba entre un montón de gente. Pensé que me había visto y le hice un gesto con la cabeza y le sonreí. Pero el no se inmutó. Realmente perdía sus ojos. Miraba todo sin fijarse en nada. En ése momento deseé tener la capacidad de eliminar recuerdos y dramas, abrir esa cabeza y limpiarla de tristezas y dolores. Pero impotente, cada día sentía como si Sam se fuera difuminando… desdibujando… oscureciendo… alejándose. Entré en la cafetería y fui hacia la mesa. Sam estaba de espaldas y no me había visto entrar. No sé por qué, pero no pude evitar sentir curiosidad sobre lo que estaba haciendo. No llegué a detenerme, pero aminoré mi paso un metro antes de llegar y mirando por encima de su hombro estudié lo que estaba haciendo. Me heló la sangre. Me hizo comprender que su herida, lejos de curarse, seguía supurando. En la pequeña pantalla del portátil pude ver una foto de Livi y a su lado, lo que parecía un blog. Pude leer el Nombre: ParaLivi. Sam estaba escribiendo un Blog y como confirmé más tarde, no sólo se trataban de simples comentarios o recuerdos, no, exponía a la vista de todos sus más profundos sentimientos y, algo que me preocupó, hablaba de nuestros casos, de forma vaga, pero… Sólo el anonimato de la inmensidad de Internet encubría sus mensajes.

-   ¿Trabajando? – pregunté pasando como si nada y sentándome frente a él. Rot. Como en un acto reflejo, bajó la tapa de la pantalla disimulando.
-   Buenos días – me sonrió. – Has madrugado
-   Me desvelé…- expliqué. - ¿Y tu excusa?
-   No tenía ni café – volvió a sonreír. Parecía animado.
-   ¿Qué hacías? ¿Trabajo? Creía que no te iban estas cosas – dije señalando el portátil. – De hecho, no sabía ni que tuviera uno, pero últimamente te he visto varias veces con él. ¿Qué te traes? – aproveché para tantear.
-   Era de Livi – dijo Rot poniendo la mano encima. – Estaba por ahí y, ya ves… dijo con una naturalidad que no me esperaba. – Es una idea del Doctor Navarro… el Psicólogo de la central – se explicó con algo de rubor – Una especie de terapia – dijo levantando la tapa y apagando el portátil.
-   ¿Terapia? – pregunté levantando una ceja continuando con el tono distendido, queriendo que no se me escapara la conversación. - ¿Con un ordenador? Igual es Navarro quien necesita terapia… - dije sonriendo.
-   Eso creo yo… pero bueno, estoy probando a ver que tal – contestó al tiempo que levantaba la mano para llamar a la camarera. Pensé que estaba dando el tema por acabado.
-   ¿Y? – traté de estirar el asunto.
-   Bueno, bien… Se trata de escribir. Ayuda, le verdad. No me disgusta.
-   ¿Escribir? ¿Un libro? ¡No te vayas a convertir en escritor, Sam! – bromeé.
-   No, no… tranquila. Son cosas de… - esta vez calló el nombre de Livi – ideas, pensamientos, cosas así, una especie de diario, digamos.
Creí que debía aprovechar la ocasión, así que disparé a matar.
-   ¿Y te está ayudando? – pregunté algo más seria.
-   Sí, creo que sí – Rot comprendió mi necesidad. – No te preocupes, René. Estoy bien, estoy mejor – corrigió.
-   Sam, ya sabes todo eso de que puedes contar conmigo y esas chorradas – dije con un gesto de la mano, como quitando seriedad. – No tengo que decirte nada, pero quería decirte que tengas cuidado, el caso es duro, complicado, si te está afectando al ánimo o si crees que lo de Livi te está afectando en el caso… dímelo, por favor.
-   Sí, tranquila. No te preocupes. Me viene bien para distraerme y no pensar en… ya sabes… - Rot se echó para atrás, abría distancia entre nosotros, quería dejar el tema.
-   Y si terminas haciéndote rico como escritor, ¡acuérdate de tus amigos! – bromeé provocando una amplia sonrisa en Sam.
-   De las buenas amigas sobretodo – contestó. Anna, la camarera, llegó en ese momento.
-   Hola Anna, ¿como van tus niños?
-   No tengo niños, cariño, son animales salvajes, pero bueno, están sanos y felices… - contestó con una sonrisa
-   ¿Qué te parece nuestra nueva oficina? – pregunté poniendo mis manos sobre la mesa.
-   Pues tal y como están las cosas, genial, ocupáis sitio y hace que parezca más lleno… - dijo sonriendo. - ¿Lo de siempre?
-   Zumo y tostada, sí, gracias Anna.
-   Samuel, ¿más café?
-   Sí, gracias
-   Marchando.
-   Bueno, ¿y tú? – preguntó una vez que Anna se alejó. - ¿Por qué te has desvelado?
-   El caso… Me trae de cabeza. No tenemos nada, Sam – dije sacando de mi bolsa el cuaderno de notas.
-   Nada por ahora, pero al menos ya le hemos visto y veremos si luego sacamos algo en la peluquería – dijo.
-   Sí, y sobre eso tengo alguna idea – dije buscando en mis notas.
-   Cuéntame.
-   Mira, la Sra. Newell en el centro y Barrow, el broker, en un autobús que iba al centro desde un barrio periférico, de clase baja, digamos. Sabemos que es posible que Barrow viniera de casa de Susan Bristol, que durmiera allí… Cuadraría con lo que encontramos en su casa. En este caso sabemos que pudo coger el autobús porque no tenía coche y su situación económica no estaba para taxis. Lo que está claro es que desentonaba en el autobús. Pero ese es el problema, nos centramos en lo que desentonaba y el asesino no desentonó… ¿Por qué? ¿Quién va en autobús a esas horas al centro? – pregunté.
-   Cualquier persona, René… - contestó Rot sin saber donde quería llegar.
-   Sí y no, Sam. La inmensa mayoría que viaja al centro en autobús y en esa línea, que proviene de un barrio de nivel medio-bajo, son trabajadores…
-   Ya entiendo. El asesino podría tratarse de un trabajador, pero no precisamente un ejecutivo o broker… Camarero, vendedores…
-   Justo. Y si buscamos la explicación más sencilla, podríamos extrapolar y decir que su residencia no debe de estar muy alejada del inicio de la línea 4…
-   ¿Por qué piensas eso?
-   Porque estuve mirando el plano de la ciudad, con las vías de transportes y es lo más lógico. Cualquier persona que viviera en las afueras o en las zonas residenciales más alejadas y quisiera ir al centro tomaría el metro o el tren si, es más directo. Pero si vives en la ciudad, aunque sea en un barrio algo alejado, puede que el metro no sea la mejor opción. Si estudiamos las alternativas de esa zona, la línea 4 es la mejor opción. Tanto en metro como en tren hay que hacer al menos, un transbordo. Si seguimos pensando en lo lógico y lo probable, hay que pensar que las personas que cogen el autobús público, una de dos, o le dejan más cerca de su destino o la parada está sensiblemente más cerca de su domicilio. En el caso de la Línea 4, si nos alejamos de su trayectoria, cualquier persona que quiera ir al centro tiene muchas otras alternativas más cortas y rápidas. Si yo viviera en esa zona y quisiera ir al centro, tomaría la línea 4. Si viviera más alejada, iría en metro… No sé si me explico, Sam….
-   Sí, te explicas bien. Dices que el asesino iba en ese autobús porque vive cerca de las paradas de la línea 4 y para ir al centro, ya que suponemos que trabaja en las inmediaciones del hotel Proverb, el autobús de la línea 4 es lo que mejor le viene. Mejor que el metro o tren. Pero… a parte de que son muchos supuestos, que me parecen interesantes, por cierto, puede existir otras razones para que cogiera la línea 4. Al igual que hizo con la Sr. Newell, es posible que el asesino estuviera siguiendo a Barrow…
-   Sí, por eso te digo que si nos basamos en la explicación más sencilla… - recordé.
-   Que suele ser la acertada – concluyó Rot sonriendo. Era una de sus frases. Estuvo unos minutos pensando en la idea, al rato, tomó la palabra. – Damos muchas cosas por supuestas, es la verdad, pero todas son razonables y coherentes tanto con el asesino como con su… inexistente método. Es buena idea, René. Es un buen punto de partida – aprobó Rot. – Algo que vamos a hacer hoy es tratar de concretar esta idea. El Proverb está en el centro, en la Calle Sexta, es posible que el asesino trabaje cerca.
-   Justo. Comprobé que la línea 4 hace dos paradas relativamente cerca del hotel.
-   Bien, iremos desde la peluquería hacia atrás, hasta las paradas que comentas. A ver si cae algo o tenemos un poco de suerte… - susurró Rot clavando su mirada en la mesa. De pronto, como cayendo en el portátil, lo abrió y lo encendió. – Vamos a estudiar mejor el plano y nuestra hoja de ruta… - mi teléfono sonó en ese momento. Era Park.
-   Dime Park, te escucha Rot – dije poniendo el manos libres.
<<Os cuento. Efectivamente el Sr. Newell salió de su edificio a las 11.24h. Le grabó la video vigilancia de su edificio, dato que se olvidó comentar…>>
-   El muy imbecil… - no pude callarme. - Tan pendiente de las estadísticas y ni cae que en que tiene cámaras…
<<Acaba de llegar para ver los videos del hotel. Ha coincidido con Branson, a penas se han mirado. Ambos con sus abogados… Les he metido en salas diferentes, no quería problemas… ¿Les retengo al terminar?>>
Yo miré a Rot. El lo meditó unos segundos. Branson poco más podía hacer o decir, pero Newell… Teníamos pendiente la pregunta que evitó contestar…
- No, déjalos ir a los dos salvo que reconozcan al asesino – dojo Rot, - en tal caso, nos llamas. De todas formas recálcales que no deben abandonar la ciudad.
<<OK. Si hay algo os aviso…>>
-   Park, ¿Estás en tu mesa o tienes los informes de la Sra. Newell a mano? – preguntó de pronto Rot, que había retomado su portátil.
<<Sí, ¿que necesitáis?>>
-   A ver si sabemos cómo llegó la Sra. Newell al centro – sugirió. Entendí al instante por donde iba. Si la Sra. Newell llegó en coche, debió aparcarlo en algún sitio. En nuestra revisión del plano y su ruta hasta el hotel, el punto de partida podría estar en su coche.
<<Sí, en su conche. Es un Sedan… >>
-   No, eso no interesa. Dime donde aparcó – cortó Rot. Hubo unos segundos de silencio.
<<Sí, aquí está, sabía que lo había visto. La Empresa NewBran tiene varias plazas de parking por el centro. La víctima aparcó en el Parking de la Calle Sexta, situado en el nº 34. La plaza es la C101>>
-   Gracias Park. Eso es todo – se despidió Rot al mismo tiempo que sacando un plano de la zona centro de la ciudad, se echó a un lado y con un gesto me invitó a sentarme a su lado. – Mira, esta es la Calle Sexta. Aquí tenemos el Hotel, a 1 manzana; en esta bocacalle, casi haciendo esquina con la Sexta, tenemos la peluquería y a cuatro manzanas del hotel, el Parking… - No me sentía cómoda. Pocas veces estábamos tan cerca Rot y yo. Miraba sus indicaciones y escuchaba su voz, pero no podía concentrarme. Sólo nos separaba su tristeza y su pasado, su olor, suave, aún con la fragancia que deja la ducha. Nuestros cuerpos se rozaban y yo no sabía qué hacer con las manos. Si no existieran otras barreras, dos personas tan juntas, tan próximas, terminarían besándose. Sam hablaba, explicaba y su voz, cada vez más lejana, se perdía en el sueño y el deseo que desde hacía tanto tiempo sentía. Sólo su inquebrantable amor a Livi, sólo mi respeto y mi amistad, retuvo estos últimos años mis sentimientos hacia Sam. Pero ahora… Ahora veía su dolor, sentía su abandono, veía sus miradas perdidas y mi necesidad de abrazarle, de consolarle, de susurrarle, de besarle se volvían más intensas. Mi compasión se mezclaba con mis sentimientos y mi atracción. Dos barreras me habían separado de él estos años. Nuestra Amistad y Livi. Y Livi había muerto…
-   ¿Sánchez? – me llamó Rot. - ¿Dónde estás? ¿Qué piensas?
-   Sí… - disimulé – Mira, la línea cuatro tiene este recorrido – dije trazando sobre la pantalla el camino. – Las paradas más cercanas son ésta y ésta, si no recuerdo mal. Déjame un segundo – dije cogiendo el ordenador y provocando que nuestras manos se rozaran. Rot no lo sintió, pero ese roce estuvo a punto de vencerme… Me recompuse rápido y busqué la opción que permitía mostrar las paradas de autobús. – Ahí las tienes – dije devolviéndole el portátil. No están lejos.
-   Sí, a tres manzanas del Parking una y a dos de la peluquería la otra – estudió Rot. – Toda esta zona es nuestra zona de trabajo. Deberemos centrarnos en el trayecto que va desde la peluquería hasta el parking. Si no encontramos ningún incidente digno de mención donde la Sra. Newell se vio implicada, ampliaremos al resto.
-   Si nos ceñimos al ejemplo del autobús, deberemos buscar… - Dije separándome y centrándome – cómo definirlo… un gesto de mala educación, un desplante… La Sra. Newell debió molestar a alguien y el asesino lo vio. Hay que encontrar a ése alguien – no conseguía levantarme y regresar a mi sitio. Algo me tenía atrapada junto a Sam.
-   René… - dijo Rot aún con la mirada fija en el plano. – Creo que has hecho un buen trabajo… - me miró. – Este plano – dijo señalando la pantalla – es un paso muy importante.
-   Sí, creo que hemos avanzado… Poco, pero algo es algo.
Conseguí al fin levantarme y regresar a mi sitio, frente a Rot. Saqué mi cuaderno y anoté los siguientes pasos. Rot miró su reloj.
-   El doctor Lee se retrasa. Son ya las 9.30 pasadas – dijo girándose y revisando el interior de la cafetería. No sería la primera vez que el despistado forense se distraía con cualquier cosa olvidando citas. En vez de al doctor Lee, Rot vio a Lucius Sinclair en la barra pidiendo café para llevar.
-   Lucius – llamó Rot. Lucius giró la cabeza y nos vio. Con una sonrisa vino hacia nosotros.
-   No os había visto, he venido a llevarme un café, pero ya que estáis aquí, me lo tomo con vosotros… - dijo haciéndome un gesto para que le dejara sitio. – Prefiero a tu lado, Sánchez, eres más guapa, aunque por poco, claro… - dijo guiñándome un ojo – ¡Rot! ¿Tú con un portátil? ¿No te cabía la máquina de escribir en la bolsa? – no pude retener una carcajada. Rot sonrió también.
-   Es que me he viciado al póker on-line… - bromeó Rot. Lucius y yo reímos, yo necesitaba reír.
-   ¿Bueno, os pasáis luego por el laboratorio o preferís que os cuente aquí?
-   Si no hay inconveniente… - me adelanté a Rot – aquí.
-   Las máquinas han estado toda la noche echando humo. El apartamento de Susan Bristol era un supermercado de huellas y rastros, pero bueno, hemos conseguido sacar algo en claro. Encontramos dos jeringuillas, ambas con el mismo juego de huellas, eran de Barrow, Lucas Barrow, el broker. Una dosis para Susan Bristol y otra para él. Como he confirmado con Lee, Barrow tenía marcas de aguja, bien disimuladas, tanto en los brazos cómo en los pies. Se ponía bastante menos que Susan Bristol, pero compartían cocaína.
-   ¿Si compartían cocaína, porqué a Barrow no le mató la dosis? – preguntó Rot.
-   Estoy esperando a lo que me diga Lee, pero creo que Susan ya tenía lo suyo de antes… - dejó caer Lucius. – Pero en definitiva, os puedo confirmar que Barrow estuvo en esa cama, encontramos varios cabellos que coincidían con los de él. También os confirmo que hubo sexo, me atrevería a decir que salvaje – Lucius sonrió – en todas las partes de la casa menos… en la cama. Los rastros evidencian que entre ambos, pero las pruebas de ADN aún no han salido.
-   Aunque parece que sí, no podemos confirmar que Barrow se marchó sabiendo que Susan Bristol había muerto… - comenté.
-   En parte llevas razón, pero no tendría sentido – dijo Rot. – Susan era quien proveía a Barrow de droga y sexo gratis. Y por otro lado, no me cuadra que se vaya tan campante a trabajar tras dejar una muerta en la cama… No me cuadra por lo poco que sabemos de él y no me cuadra porque de saberla muerta, abría aprovechado para llevarse droga. En casa de Susan Bristol encontramos varias papelinas y algo de dinero. Barrow, drogado o lo que quieras, habría caído en la tentación de llevárselo y hacernos creer en un robo o algo parecido – Rot miró de nuevo el reloj.
-   Si esperas a nuestro querido doctor Lee – adivinó Lucius – me ha dicho que le esperéis, que se tomará un descanso a las 10h y se pasa a desayunar. Entre la víctima del hotel y Susan Bristol…
-   ¿Algo más? – preguntó Rot.
-   Sí, varios rastros de dos desconocidos, cabellos para ser exactos. Sólo hemos podido identificar uno. Pertenece a un tal Leroy Luis Lacourt – comentó.
-   Sí, es su vecino. Puede ser normal – dijo Rot. – Manda a Park para aclararlo. ¿Y…?
-   El otro cabello no hay coincidencia, sólo puedo decirte que pertenece a un asiático – Rot y yo cruzamos una mirada. El Sr. LouChan parecía entrar en escena. - Y eso es todo – concluyó Lucius.
-   ¿Y sobre la Sra. Newell? – intervine sabiendo ya la respuesta.
-   Lo que ya adivinasteis. Nada. Nada de Nada. Hacía mucho que no veía un asesino tan meticuloso y limpio. Ni un rastro en la víctima, ni en el pasillo, ni en las puertas… Iluso pensé que igual se había descuidado a la hora de irse, incluso de pulsar los botones del ascensor… pero nada. Ni la más mínima huella ni rastro. Ojo con este tío, chicos… - nos previno Lucius.
-   Sí, lo sabemos – contesté.
-   Dos días… Dos asesinatos – murmuró Rot. - Con eso se dice todo…
-   Crees que hoy… - comencé.
-   En eso pensaba – contestó. - Espero que no… Pero desgraciadamente, cuanto antes actúe, antes tendremos más información. Estamos en sus manos. Sólo sus víctimas nos dejan algo con lo que trabajar…
-   A mi ni eso… - comentó Lucius.
Estuvimos un rato comentando e intercambiando impresiones. Sobre las diez y cuarto llegó el Doctor Lee. Se le veía agotado, no había parado en toda la noche.
-   Tres horas de sueño en una camilla para muertos, Rot – protestó ya con un café negro sobre la mesa. – Eso no me lo paga nadie… Darme un respiro y os pongo al día. Le trajeron un bocadillo y se lo zampó en a penas tres minutos. - He dejado a mi esclavo cosiendo a nuestros amigos – comentó limpiándose la boca refiriéndose a su ayudante. - ¿Por quién empezamos? – preguntó ya preparado.
-   Por la Sra. Newell – pidió Rot.
-   No era rubia… - dijo recuperando su humor. – Va, en serio. La causa de la muerte es un Ictus Cerebral Isquémico de origen Embólico… - la cara de todos obligó al doctor a explicarse. – Está bien. No he encontrado ninguna sustancia extraña, pero el paciente sufrió un infarto cerebral. Si añadimos la marca de aguja de su cuello, que la perforación llegó hasta la yugular… y como sabemos por los videos que le inyectó algo… puedo deciros que le inyectó aire, es decir: nada, pero una nada en cantidad más que suficiente para obstruir varias venas que irrigan el cerebro provocando un infarto cerebral… Da igual que hubiera estado en un hospital, las posibilidades de salvarle la vida eran mínimas. La inyección de aire fue mortal.
-   Le inyectó nada… - repitió en un susurro Rot.
-   También puedo deciros, como ya sabe Lucius, que no encontramos el menor rastro, ni epiteliales, ni huella sobre la víctima. Y por último, aunque no se si es relevante para el caso, la Sra. Newell padecía Cáncer de Ovario… - Rot y yo nos miramos.
-   Sí es relevante, doctor. ¿Desde cuando lo padece? – pregunté.
-   Según su historia clínica, se le detectó hace unos 5 años. Algo antes que la media de edad para éste tipo de cáncer.
-   ¿Qué…? ¿Cómo…? – Rot buscaba la pregunta - ¿Cómo se contrae este tipo de cáncer? No sé si me explico. En el caso del Cáncer de pulmón podemos decir que el tabaco es…
-   Te entiendo. Los factores de riesgo, en éste tipo de cáncer, a parte del siempre componente genético hereditario, podemos decir que la esterilidad y los tratamientos de fertilidad son “el tabaco” de este cáncer. No necesariamente lo provocan, pero si lo fomentan. Y cómo has adivinado, sí, en su historial clínico existen al menos tres tratamientos de fertilidad entre los 34 y los 45 años. Pero… ¿Qué tiene que ver con el caso? – preguntó Lee.
-   Realmente nada, pero podría explica algo sobre el Sr. Newell. Entre otras cosas, que puede incluso que al final tenga un pedacito de corazón – comenté.
-   ¿Algo más sobre la Sra. Newell? – preguntó Rot.
-   A parte de las muchas intervenciones de cirugía estética, nada más. Vamos con Susan Bristol… - mi teléfono volvió a sonar, de nuevo Park. Pedí con un gesto al doctor que me esperara.
-   Park… - informé a Rot manteniendo a Park al otro lado. – Nada, ninguno de los dos ha reconocido a la víctima. ¿Quieres algo de él o quieres que retengan a Newell…? – pregunté.
-   No, tenemos que irnos a ver al Sr. LouChan. Déjale ir y ya le llamaremos o le visitaremos – dijo Rot.
-   Siga doctor – pedí tras colgar a Park.
-   Susan Bristol, mucho trabajo y poco interesante. Típica drogadicta en las últimas. Si no hubiera sido ése día sería hoy o pasado. Sobredosis en todo, alcohol y drogas. Varias sustancias…
-   ¿Las mismas que Barrow? – interrumpí para confirmar la hipótesis de Lucius.
-   No, Barrow sólo presentaba Cocaína y alcohol y en cantidades mucho menores. Susan Bristol tenía todo un catálogo de drogas en su sangre.
-   ¿Sexo? – preguntó Lucius.
-   No gracias, ya me pillas mayor, Lucius… - todos reímos. – Bueno, si te refieres a Susan Bristol… Podría casi aseguraros que el sexo era su fuente de ingresos… Encontramos rastros de diferentes donantes.
-   Tiene sentido. Sólo así podía pagarse la droga – comentó Rot.
El doctor, terminada su exposición, decidió abandonarnos.
-   Si no me necesitáis más… voy a supervisar el cosido y el informe y me largo a casa a dormir – dijo.
-   No te entretengas, que no sería de extrañar que le llamen por otro cuerpo… - dije.
-   ¡Espero que no!
-   Espere doctor, le acompaño – dijo Lucius levantándose. – Si sale algo nuevo os llamo – dijo dando un suave toque en el hombro a Rot.
-   Gracias a los dos. Dejad, ya os invito – dijo Rot al ver que ambos echaban mano a sus carteras.
-   Para una vez que invita… - dijo Lee a Lucius.

De nuevo quedamos Rot y yo a solas. Me pareció extraña la sensación que sentí. Era como si al irse Lucius y Lee me volvieran las sensaciones de antes y me sintiera desnuda. Traté de centrarme.
-   ¿Y ahora?
-   LouChan. Vamos.

Me sentía torpe. Como una chiquilla que no sabe que decir cuando un chico que le atrae le lleva en su coche. Rot conducía y yo clavaba mi mirada al frente. Me debatía entre decir cualquier tontería, comentar cosas del caso o simplemente callar. Y en casos así siempre es más fácil callar. Rot no hablaba, pero sabía que su cabeza estaba trabajando. Ordenaba los datos recabados. Sabía que estaba ligeramente más animado, el plano le gustó, eso era lo que necesitaba. Aquél asesino con su limpieza, precisión y eficacia no le ofrecía nada con lo que distraer su mente. Y su mente, ociosa, siempre volvía a Livi. Pero ahora tenía en qué penar y Livi se ocultaba y le dejaba hacer. Livi fue buena en vida y era buena en la muerte.
   Y así, en silencio, llegamos tras 20 minutos de callejeo y tráfico a la tintorería del Sr. LouChan. Sólo por el dibujo de la fachada y por lo que se veía por el escaparate se adivinaba la naturaleza del comercio, el nombre, rótulos y precios estaban todos en chino. La estética no estaba cuidada. Las molduras y parte baja de la fachada eran de aluminio gris, antiguo pero cuidado. Sobre las dos grandes escaparates a ambos lados de la puerta, en letras amarillas y rojo fosforito, letras chinas para clientes chinos. Y en la puerta, en una silla, un chino de mirada seria, de ojos medio cerrados, sentado con la espalda estirada y con sus manos en las rodillas, observándolo todo. A dos metros, otro chino más grande, fornido, con sus brazos al aire dejando ver algunos de sus tatuajes. Estaba bastante claro. Eran nuestro amigo LouChan y su particular guardaespaldas. Aparcamos en la acera contraria y varios metros pasada la tintorería, pero al bajar el impasible señor LouChan ya nos clavaba la mirada y siguió haciendo mientras nos acercábamos. Pocos metros antes de llegar, sacamos las placas que el Sr. LouChan miró con bastante indiferencia.
- Somos los inspectores Sánchez y Rot – nos presentó Rot - Buscamos al Sr. LouChan – dijo Rot.
- Yo soy – dijo tranquilo.
- Sr. LouChan, tenemos que hacerle unas preguntas. Si prefiere que pasemos dentro… - dijo Rot.
- Estar bien aquí, gracias – contestó. Hizo un leve gesto con la cabeza y su guardaespaldas se metió dentro.
- ¿Conoce a Lucas Barrow? – preguntó Rot.
- Tener mala memoria para sus nombres, señor – dijo. Yo saqué el móvil y busqué una foto. Se la mostré.
- ¿Qué tal es con las caras? – pregunté.
- Con las caras ser bueno. Sí, lo conozco… - la foto era del depósito. El señor LouChan cerró imperceptiblemente aún más sus párpados. - ¿Estar muerto?
- Sí, Sr. LouChan. De ahí nuestra visita. ¿De qué conocía a Lucas Barrow?
- Ser cliente.
- ¿De qué tipo? ¿Del que necesita limpiar la ropa o del que necesita dinero? – pregunté a quemarropa. El Sr. LouChan no mostró sorpresa, pero ladeó la cabeza y me miró unos segundos. Ese gesto me recordó a algo.
- De ambos – dijo impasible.
- ¿Y era buen cliente o era de los que se retrasan, Sr. LouChan? – preguntó Rot.
- Bueno hasta hace poco. Me debe dinero – yo sólo me fijaba es su frialdad. Sí, por el perfil emocional, perfectamente podría tratarse del asesino. Por el físico, también. Pero… algo no encajaba. – Me debía… - rectificó.
- Y claro, usted no ha tenido nada que ver…
- Soy paciente, señor. Deudor muerto, deuda muerta. Mal negocio.
- ¿Y si el deudor no paga? – pregunté.
- Yo hablar con él. Si no venir, mandar a hijo a hablar con él.
- ¿Y eso es lo que pasó con Barrow? - pregunté mostrando una sonrisa. Pero LouChan seguía impasible.
- No conocer domicilio de él. Hijo mío habló con su amiga – era muy listo. Sabía perfectamente donde queríamos llegar y se adelantaba. Pretendía aparentar no esconder nada.
- ¿Su amiga era Susan Bristol? – preguntó Rot.
- Sí, Susan, sí – confirmó.
- De ese nombre sí se acuerda… - dejé caer.
- Buena chica, buena cliente, mala vida. Sí recordar buenos clientes.
- Sr. LouChan, Susan Bristol ha muerto también y hemos encontrado un cabello perteneciente a un asiático en su domicilio. ¿Tiene algo que decir?
- No. Ya decirlo. Hijo mío visitó a la chica.
- ¿Cuando? – pregunté.
- Dos semanas.
- ¿Puede llamar a su hijo? – pidió Rot. LouChan hizo otro leve gesto con su mano y el que creíamos guardaespaldas, salió.
- Ser mi hijo. Kuan-Yin – presentó mientras el aludido hacía una leve reverencia de cabeza.
- Kuan-Yin, ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en casa de Susan Bristol? – preguntó Rot. Kuan-Yin miró a su padre, él asintió.
- Hace dos semanas aproximadamente – Kuan-Yin se desenvolvía mucho mejor que su padre a la hora de hablar nuestro idioma.
- ¿Tuviste algún tipo de problema?
- No, sólo fui para avisar del retraso de deuda de su amigo – contestó.
- ¿Y después no has vuelto a verla? – pregunté.
- No, señora.
- ¿Sr. Louchan, usted o su hijo o ambos usan el autobús? – Rot acababa de recordar que la Sra. Deveró había visto dos chinos en el autobús.
- No. Tener coche – dijo señalando alguno de los que tenía en frente a parcado. - Mi hijo conducir muy bien.
- ¿Seguro que hace un par de días no cogieron el autobús? – insistí.
- No, yo sólo salir del barrio una vez al mes por celebración familiar. No mover de aquí – dijo palmeando las rodillas.
- ¿Sánchez, tienes una foto de la Sra. Newell? – comprendí que Rot quería probar suerte. Busqué una foto y se la mostré a LouChan y a Kuan-Yin. Ambos negaron con la cabeza.
- No ser cliente. No conocer. No es de por aquí – dijo. Después me miró – Muchos muertos en su móvil – dijo como si aquello no le gustara nada.
- Sr. LouChan, no querría encontrarme ninguna sorpresa más tarde, así que se lo preguntaré directamente. ¿Entre sus negocios figura la droga?
- No. Droga nunca. Droga ilegal. Mis negocios todos legales – dijo LouChan con su pausa mientras con su brazo nos invitaba a entrar.
- Sí, Sr. LouChan. Pasemos dentro y nos evitamos la presencia de policías en su local. Supongo que no le beneficiara.
LouChan se levantó y Kuan-Yin, al instante, se acercó a la puerta abriéndola. Pasamos los cuatro. En el interior encontramos dos mujeres que se afanaban entre las planchas y la ropa. No alzaron ni la mirada. El local era la típica tintorería que añadía a su derecha un servicio de lavandería por monedas. Tres máquinas estaban a disposición de los clientes. En una silla, otro asiático esperaba sentado ojeando una revista. Bordeamos el mostrador siguiendo a LouChan y revisamos la parte trasera del local. Efectivamente todo parecía normal. Había un pequeño despacho y un baño. Nada más. Rot pareció conforme y volvimos a la entrada.
-   Negocio Legal. Negocio Familiar. No líos – dijo LouChan parándose en la puerta.
-   Sr. LouChan, me temo que necesitaremos que vaya usted y su hijo a la comisaría. Criminalística necesitará hacerle unas fotos, tomarle huellas y recoger muestras de sus cabellos para corroborar su historia y descartar problemas… - dijo Rot educadamente evitando suspicacias. De pronto LouChan se echó la mano a la cabeza, con un tirón se arrancó un pelo y se lo ofreció a Rot. Rot no pudo evitar sonreírse. – No, Sr. LouChan, me temo que el procedimiento es algo más complicado. Deberá ir a lo largo del día. Si quiere que un agente venga a buscarles…
El Sr. LouChan se acercó a la puerta y descolgó una chaqueta.
-   No perder tiempo. Vamos ahora – y tras decirle unas palabras en chino a Kuan-Yin, salieron los dos. Rot y yo nos miramos algo sorprendidos y salimos tras ellos. – ¿Donde estar comisaría? – yo le di una tarjeta de visita, Kuan-Yin la tomó y sin más palabras se subieron en un Honda antiguo pero bien cuidado.

Rot y yo estábamos estupefactos. La colaboración del Sr. LouChan iba mucho más allá de lo que hubiéramos imaginado. Sí, aquél hombre era siniestro, misterioso y podía llega a cuadrar con el asesino. Pero… no, no encajaba. Tampoco parecía existir algún nexo con la Sra. Newell. Aún así, sabíamos que habría que seguirle la pista a nuestro diligente amigo oriental.

Allí no quedaba nada más que hacer, después de comer iríamos a la Calle Sexta, así que decidimos ordenar los datos e ideas antes de comenzar nuestra búsqueda de una aguja en un pajar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario