viernes, 22 de julio de 2011

Juicio III. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 25 de Octubre.


Anteriormente en el juicio…
-    Hasta mañana – y sin darnos tiempo a decir nada, se fue.
El doctor y yo nos quedamos solos, pero apenas hablamos. No había mucho que añadir y sentimos ciertos escrúpulos en hablar sobre Rot.
Era tarde, serían las 23h, así que al poco rato, el doctor y yo nos fuimos también.

En casa traté de ordenar lo poco que teníamos, pero fui incapaz. El cambio de Rot de la mañana a la noche fue notorio. Lo que a primera hora me sorprendió, su inesperado animo, su objetividad en el caso, incluso sus ironías y medio bromas… todo se desmoronó en la cena. Sólo podía desear que a la mañana siguiente tuviéramos algo para poder seguir. Con ese pensamiento me acosté y con el mismo me desperté.

Y desgraciadamente, nuestros deseos se cumplieron. Al día siguiente tuvimos el siguiente asesinato.


  
Juicio III. Narración de los Hechos de la Mañana del 25 de Octubre.


Al llegar a la comisaría Rot no estaba. No quise llamarle, antes quería saber si teníamos pistas nuevas. Criminalística confirmó que no tenían nada. Bajé a audiovisuales y estuvimos revisando las cámaras de la zona. No encontramos nada, de las pocas cámaras que hay en la zona, ninguna enfocaba hacia las paradas de autobuses. Así que hable con Park y su equipo a ver como iban. Nada. Ninguno de los compañeros de la victima tenía antecedentes relevantes. Los revisé con Park, pero no encontramos ninguna relación de llamadas que vinculara explícitamente a alguno con la victima. Tal y como sospechó Rot, ese camino no llevaba a ningún sitio. Así que, abatida, me senté en mi mesa sin saber por donde continuar. Habíamos perdido prácticamente toda la mañana. Hacia las 12.00h ya no aguanté más. Decidí llamar a Rot, pero justo en ése momento fue él quien me llamó.
-   Rot, no tengo nada que…

-   Lo sé. No esperaba otra cosa – me cortó en seguida. – Escucha René, aunque creo que serán otros caminos sin salidas, tenemos que averiguar dos cosas: ¿Dónde venía la víctima? Viajaba en dirección contraria a su trabajo y su casa. ¿Qué hacía por ahí? Puede que tenga relación con quien le pasaba la droga, es lo otro que hay que averiguar, hay que averiguar quien le pasaba la droga. Haz que Park cruce las llamadas recibidas a ver si algún número es de algún residente de esa zona. También crúzala con los sospechosos habituales, camellos de la zona, personas con antecedentes…
-   Ok. Dame 15 minutos. ¿Dónde estás?
-   En la cafetería de la esquina. Te espero aquí – contestó secamente.
-   ¿No subes? – pregunté torpemente.
-   No. Te espero aquí – repitió Rot.
No quise insistir. Ya tenía claro los motivos de Rot. Así que sin perder tiempo bajé al departamento de comunicaciones y llevé a Park conmigo. Les expliqué qué es lo que buscábamos.
- Sacad la lista de llamadas recibidas y realizadas por la víctima en el último mes. Averiguar de quienes son los números, todos, y cruzar esos nombres con los residentes en el área cercana a las paradas de la línea 4, cuatro paradas después del escenario y hacia atrás, hasta el principio de la línea. Si encontráis coincidencias, nos llamáis. Averiguar si alguno de los nombres de la lista, independientemente de donde residan, tiene antecedentes.
      Dejé a Park en la tarea y fui a reunirme con Rot. Pasé antes por el despacho del Jefe Abrams. Estaba hablando con el Agente Louis, pero me invitó a entrar.
-   Sánchez… ¿Y Rot? – me preguntó nada más cerrar la puerta de cristal.
-   Me está esperando, señor… - atiné a contestarle. El Jefe me miró con suspicacia, pero creo que prefirió no saber más.
-   Escucha, te lo comento para saber tu opinión. Mejor que no esté Rot, no me gustaría que se liara demasiado vuestro caso… Bien, acaba de llegarnos otro posible homicidio… - El Jefe me miró esperando alguna reacción mía, pero yo no mostré ninguna. – Ha sido hace menos de una hora y aunque está algo alejado de vuestro escenario… no sé por qué me da por contártelo – parecía que se arrepentía. – En definitiva, una ricachona asesinada en mitad del pasillo de un hotel, a la vista de todos. El arma aún se desconoce y la causa de la muerte igual. El Doctor Lee está allí y ha sido él quien ha sugerido que os informe. Me ha comentado que tiene ciertas similitudes con vuestro caso. Acercaros, pero no me andéis jodiendo con Psicópatas ni asesinos en serie ni mierdas de esas. Si las similitudes no tienen fundamento, le deriváis el caso a Louis.
-   Sí señor – contesté tomando el informe que me brindaba el Jefe. Lo agarré pero el Jefe no lo soltó.
-   Sánchez… - dijo clavándome la mirada. – Ten mucho cuidado con Rot. Que no se obsesione. Al menor síntoma… le saco del caso. Estate atenta – dijo y por fin soltó el informe.
-   Descuide Señor, estoy encima – el teléfono sonó y con un gesto de su mano el Jefe no echó del despacho.
-   Largate Louis, ya e digo que es nuestro asesino – le dije nada más salir. No me llevo muy bien con Louis, pero en el fondo sabía que era cierto, era nuestro asesino. No había demasiados fundamentos, se trataba de una intuición…
-   La vais a liar, guapa – me dijo Louis como despedida. Yo le mostré un dedo…
No quería perder tiempo, esa nueva víctima era lo que necesitábamos, así que pasé por mi mesa para recoger mis cosas y bajé. Cuando llegaba a la esquina, desde el otro lado de la calle, vi que Rot estaba hablando con alguien, parecían relajados, Rot tenía su cuaderno abierto y escribía algunas notas. Me extrañó, no entendí qué hacía ahí hasta que Rot me lo explicó. Entré en la cafetería y segundos después, el chico con el que hablaba, se levantó y se despidió. Nos cruzamos a mitad de camino. Era joven, no llegaría a los 25 años, de cara aniñada, con un sombrero de esos que llevaba mi abuelo pero que se han puesto de moda, jeans caídos por las nalgas y una chaqueta tipo chándal. Andaba con cierta pausa. Sus facciones eran muy limpias, labios delgados, ojos grandes y cejas estrechas. Al cruzarnos me miró fijamente, sonreía y su sonrisa no supe definirla: Amable, irónica, sincera… misteriosa. No estoy segura, pero percibí como un leve gesto, no sé si me saludaba… La verdad, en ése momento, con todo lo que tenía en la cabeza y con la nueva víctima, no le di más importancia.
-   ¿Quién era? – pregunté sentándome frente a Rot.
-   Creo que se trata de uno de los que comentó la Sra. Deveró, del chico con pantalones caídos… - dijo Rot mostrando una tímida sonrisa – Iba en el autobús, se bajó varias paradas antes… Dice que al ver las noticias se inquietó y como se dijo en ellas que cualquier persona que tuviera información… Ya sabes, las chorradas de la tele. Ha ido a la central y le han dicho que me buscara aquí.
-   ¿Y bien? – pregunté rutinariamente.
-   Nada, lo mismo que todos. Se percató de la Víctima, dice que también sufrió algún empujón. Tampoco vio nada ni a nadie sospechoso… bueno, sí. Una chica que la tiene echada el ojo y que siempre va en la parte delantera, esta vez iba atrás… - Rot volvió a sonreír.
-   Buff –resoplé impotente.
-   Y poco más, aparte de su enamorada, nada digno de mención según él. Se bajó cuatro paradas antes, iba a la biblioteca a estudiar – Rot arrancó una hoja de su libreta y me la tendió. – Para Park, que lo añada a la lista de testigos y revise su declaración, nunca se sabe.
-   Pues no sé ni para que se ha molestado en venir… - comencé a decir.
-   ¿Qué traes? – interrumpió Rot al ver la carpeta con el informe.
-   Ha vuelto a matar – dije directamente. Rot se levantó de un salto, soltó unas monedas encima de la mesa y tomó su americana. Me sorprendió su semblante. Parecía preocupado.
-   ¿Tan pronto? Muy extraño… - decía mientras salíamos de la cafetería. - ¿Seguro que se trata de nuestro asesino?
-   No está claro al cien por cien, por eso tenemos que ir, pero tengo la corazonada de que sí – le dije tendiéndole el informe. – En medio del pasillo de un hotel, sin signos de lucha… Cuadra con lo que dijiste ayer, ha… refinado su estilo. Menos riesgos, menos impulsivo. Ha sido el Doctor Lee quien ha sugerido que vayamos. Dice que hay similitudes – Rot echaba una ojeada al informe mientras accedíamos al aparcamiento – Y Sam, tenemos cámaras de vigilancia por todos lados. Le han debido de grabar…
-   No está en la misma zona… - interrumpió frunciendo el ceño. – Pero el resto parece cuadrar. Una mujer rica, de alta posición… - Rot se paró para leer bien. - ¿Amante? – preguntó señalando con el dedo una anotación y mirándome.
-   Sí… - contesté aún pensando en la poca sorpresa que Rot demostró por el asunto de las cámaras. – Parece ser que nuestra querida amiga no encontraba en casa lo que quería… - dije con media sonrisa. El cuerpo lo encontraron delante de la puerta del socio de su marido… el estaba dentro, en bata y con champagne… - le resumí.
-   ¡Joder! – protestó Rot.
-   ¿Qué pasa? – pregunté al no entender su reacción.
-   Pues que esperemos que el marido tenga una buena coartada, sino Abrams se va a empeñar en el marido.
-   Precisamente Abrans me ha insinuado que tú no te empeñes en un Psicópata… Rot, no anticipemos, no tiene porqué tratarse de nuestro asesino… - dije recordando las palabras del Jefe.
-   Piensas lo mismo que yo. Es él – dijo ya subidos en mi coche.
Tardaríamos unos 10 minutos en llegar. El Hotel era el Provb, un hotel caro, no de los más lujosos, pero bastante bueno. En la recepción ya nos esperaba el Sargento Towal junto al Director del Hotel. Towal nos presentó y nos informó.
-   Es en la habitación 1705… bueno, en la puerta de la habitación – matizó.
-   Inspector Rot, – intervino el Director, un tipo estirado, con un traje oscuro a medida, de facciones serias, con el típico acento francés del que se siente orgulloso de su originalidad – le rogaría la máxima discreción y celeridad en la investigación. Comprenderá que los clientes de este hotel son gente muy distinguida que precisan…
-   ¿Son distinguidos – interrumpí sin pensar – por que están en su hotel o porque sus carteras están llenas? – dije mirándole. Odio ese tipo de frases.
-   No me malinterprete, Inspectora, no he querido decir… - intentó explicarse.
-   Pues no lo diga… - solté. – En su distinguido hotel ha entrado un asesino, ha matado a uno de sus preciados clientes y se ha largado sin ningún…
-   Sr. Boudelét, – me interrumpió Rot – estaremos el tiempo que sea necesario y molestaremos lo imprescindible, pero no piense que sus clientes, distinguidos o no, son un factor que tendremos en cuenta a la hora de hacer nuestro trabajo – dijo Rot ya dentro del ascensor que nos llevaría a la planta 17. – Dígame, ¿había visto antes a la víctima?
-   Sí… - el director pareció dudar, pero una mirada de Rot bastó para que hablara. – Dos veces por semana, a veces tres.
-   ¿Y se citaba con la misma persona? – pregunté.
-   Sí, con el Sr. Branson – confirmó el director mirándome con cierta indiferencia.
-   ¿En la misma habitación? – preguntó Rot.
-   Si estaba libre la 1705, sí, se veían en esa.
-   ¿Siempre se citaban a la misma hora? – pregunté mientras anotaba las respuestas.
-   No, no siempre. A veces por la mañana, otras al medio día, por la tarde…
El pitido informó de que llegábamos a la planta 17. Segundos después se abrieron las puertas.
-   Sr. Boudelét, – dijo Rot mientras salíamos – la agradecería que fuera bajando al control de seguridad e informara al responsable de seguridad del Hotel que nos espere en la sala de video. Si pueden ir preparando las grabaciones de esta mañana, mejor – dijo Rot señalando las cámaras colocadas en las esquinas de los pasillos que se dividían repartiendo las habitaciones.
-   Desde luego, inspector – contestó el director. - ¿Cuáles necesitaría?
-   Las del Hall de entrada al hotel, - contesté yo viendo que Rot, al divisar el cuerpo de la mujer, había perdido el interés en el director – las que enfoquen a los ascensores, las de los ascensores, esta de aquí – señalé la que grababa el pasillo de salida del ascensor – y todas las que graban el pasillo del escenario.
El director, con una inclinación de su cabeza, se despidió y volvió a entrar en el ascensor. Yo aceleré el paso y regresé junto a Rot. De pié, sin decir ni una palabra, sin saludar, contemplaba el cuerpo de la mujer. En el pasillo, a parte de tres agentes, estaba el Doctor, que concentrado en sus notas, aún no nos había visto. Yo seguía extrañada, confundida, pensé que las cámaras de vigilancia eran lo primero que debíamos ver, el escenario, el cuerpo… al fin y al cabo, no desvelarían mucho más de lo evidente, sería tarea más adecuada para criminalística, pero las cámaras…
-   Rot… - interrumpí sus pensamientos - ¿Las cámaras…?
-   René, no veremos nada – me cortó sin apartar la mirada del cuerpo.
-   ¿Tan seguro estás? – pregunté algo molesta por su indiferencia. –Habrá cien cámaras por donde ha podido pasar el asesino…
-   René, si ha sido capaz de asesinar a la vista de 40 personas, en un autobús… créeme, es capaz de evitar las cámaras…
-   No parece haber puntos muertos… - dije estudiando la situación de las cámaras.
-   No, no los hay – confirmó Rot.
-   ¿Entonces?
-   Lo que digo es que no podremos identificarle, ya verás – Rot me miró por fin y adivinó mi enfado. – Te apuesto la comida – dijo con una sonrisa.
-   Si hay que comer, ¡yo ya tengo hambre! – dijo el doctor Lee acercándose a nosotros ultimando alguna anotación con las gafas en la frente. Después, alzó la mirada y levantando sus cejas provocó que las gafas cayeran sobre la nariz, otra manía con cierto punto cómico que hacía cuando sus manos estaban ocupadas. Se las subió con el dedo índice y nos sonrió.
-   Una amante de las agujas muere por una certera jeringuilla. Apostaría mi pensión a que es el mismo asesino que ayer…
-   En qué te basas y explica tu acertijo – pidió Rot con un ademán de su cabeza.
-   Tiene más cirugía y botox encima que mi tía Florinda, pero su inyección más reciente la he encontrado en el cuello. Exactamente aquí – dijo colocando su Boli sobre mi cuello.
-   En la yugular… - dijo Rot pensativo.
-   Exactamente – confirmó el doctor.
-   ¿Veneno? ¿Qué inyectó? – pregunté.
-   Eso no lo sé. La autopsia lo revelará, espero. Aunque habiendo alcanzado la yugular, como no me extrañaría que así fuera, puede ser cualquier sustancia.
-   ¿Por qué crees que la causa de la muerte es ésa? – preguntó Rot.
-   Bueno, para empezar no hay otro signo… Ni golpes, ni heridas, ni cortes… y el cuello presenta un leve hematoma en el que se aprecian varios dedos, como si se hubiera agarrado el cuello – dijo el doctor poniendo su mano en su cuello - justo sobre la marca de la aguja. En cuanto a la hora de la muerte… No hace más de 2 horas. Algo menos seguramente.
-   ¿Y por qué crees que es el mismo asesino? – pregunté mientras Rot miraba su reloj haciendo cálculos.
-   Bueno, me meto algo en vuestro terreno, pero… Mírala. Mujer de estatus social alto, rica… con mi sueldo no pagaría ni su bolso. Primera coincidencia con la el hombre el autobús, es cierto que él no le iba muy bien, pero en apariencia… Asesinada en un lugar público, más discreto, pero público. Y sobretodo, por la precisión… No creas que es tan fácil clavar una inyección en la yugular con tanta agilidad y rapidez – unos gimoteos de perro interrumpieron las frases inacabadas del doctor. Un agente, con cara de resignación, sujetaba a un pequeño perro en brazos.
-   ¿De ella? – pregunté.
-   Sí, le encontraron acurrucado junto al cuerpo – contestó el doctor. – Menos mal que nos esperó, sino ahora estaría algo confuso y pendiente de analizar una muestra de saliva de perro… - dijo con una sonrisa – El perro la estuvo lamiendo – explicó.
El Sargento Towal se acercó en ése momento trayendo al amante de la víctima y socio del marido, el Sr. Branson.
-   Inspector, el Sr. Branson… - Rot asintió con la cabeza y con un gesto de la mano pidió que esperara.
-   Doctor, ¿algo más?
-   Por ahora, eso es todo. Cuando termine la autopsia te llamo.
Rot la despidió con un suave toque en el brazo y fuimos con Towal y el Sr. Branson.
-   El señor Branson fue quien descubrió el cuerpo y nos llamó – informó Towal.
-   Usted dirá, Sr. Branson – dijo Rot clavándole sus ojos.
-   ¡Yo no he sido! – soltó nervioso el Sr. Branson. Yo contuve una sonrisa.
-   Trataremos de confirmarlo, Sr. Branson – dijo Rot sin contener su sonrisa ladeada – Cuéntenos cómo descubrió el cuerpo.
-   Bueno, somos… Ella y yo…
-   Ese dato es evidente y conocido… - atajé para que fuera al grano.
-   Habíamos quedado a las 11.30, me llamó una hora antes para decirme que se pasaría por la peluquería y que posiblemente se retrasaría, así que yo llegue antes. Creí que me daría tiempo a darme una ducha y relajarme. Salí de la ducha pasadas las 11:30h y ella no había llegado. Viendo que se retrasaba más de lo normal, decidí llamarla para saber dónde estaba, al coger el móvil vi varias llamadas perdidas suyas, así que devolví la llamada. Cuando marqué el número, su móvil sonó al otro lado de la puerta… Confundido abrí y… ¡Dios! ¿En qué lío me he metido?
-   ¿Vio o escuchó algo en el pasillo al salir?
-   No… - dudó pensativo el Sr. Branson – No, nada.
-   ¿No escuchó ni siquiera un ladrido del perro? – pregunté cayendo en la cuenta que sería extraño que el perro no reaccionara.
-   No, no ladra… Está operado… Le quería mucho, pero ladraba mucho… ya saben, cosas de mujeres – iba a replicar, pero Rot se adelantó.
-   ¿Tocó el cuerpo o alguna de las pertenencias?
-   No, nada. Lo siguiente que hice fue llamarles.
-   Puede parecer una pregunta estúpida… - intervine – Pero ¿su socio estaba al corriente de su aventura?
-   No de forma oficial… Pero creo que Charlie en el fondo lo sabe – contestó el Sr. Branson con cierta vergüenza.
-   ¿Le cree capaz de matarla? – continué.
-   No, sinceramente no.
-   Sr. Branson, deberá esperar a la Policía científica, necesitarán hacerle algunas pruebas. Después podrá cambiarse – dijo Rot señalando su albornoz – y acompañará al sargento Towal a la comisaría. Allí prestará declaración.
-   Pero ya he… - Rot le dio la espalda dando por acabado el interrogatorio. Yo le seguí de camino a los ascensores. Justo a nuestra llegada las puertas se abrieron y los agentes Peter Rurk y Lucius Sinclair, de criminalística, salieron del ascensor.
-   Rot – saludó el agente Lucius brindando su mano.
-   Lucius – no extendieron sus saludos. Se conocían de mucho tiempo y ambos sabían tratarse.
-   ¿Qué tenemos? – preguntó Lucius señalando con sus gafas el cuerpo.
-   Poco trabajo, me temo – informó Rot. – Me darías una grata sorpresa si encontraras algún tipo de huella o rastro.
-   Entre lo de ayer del autobús y esto… Rot, me vas a dejar en el paro.
-   Habla con el asesino – contestó Rot.
-   ¿El mismo? El escenario es diferente y por lo poco que sé, no hay coincidencias… ¿Me equivoco?
-   No, no del todo. No coinciden ni arma, ni motivo ni escenario, la forma es distinta, el fondo el mismo.
-   Rot el filósofo… - sonrió Lucius mirándonos a mi y a Rurk.
-   No creas, no soy el único que lo piensa.
-   Y que lo fueras no te restaría credibilidad, amigo – quiso reconciliarse. -¿Qué has visto tú?
-   Ese es el problema. No hay nada que ver. Mata en un lugar público. Necesariamente lo hace con agilidad, rapidez y precisión. No hay forcejeos ni nada… Una navaja poco común en el primero, una jeringuilla parece que ha tocado en este. No tenemos mucho para sacar conclusiones, pero parece que evoluciona. El primero fue algo impulsivo, pero este… sin dejar de ser público, tiene más intimidad. El arma es más sofisticada y se tomó la molestia de seguirla hasta aquí.
-   Por eso digo que es posible que no sea el mismo… - insistió Lucius.
-   Puede, no lo descartaremos, pero me temo que nos volveremos a ver.
-   Pues a trabajar entonces – dijo Lucius guardando sus gafas y recogiendo su maletín de herramientas.
-   Bajemos – me dijo Rot.
-   Rot – llamó Lucius unos pasos más para allá. Rot se giró. – Tienes mi número, por si necesitas algo – dijo señalando el cuerpo aunque en realidad se refiriera a otra cosa. Rot asintió con la cabeza. Después cogiéndome del brazo, me invitó a entrar en el ascensor, donde el Doctor Lee, tras haber recogido sus cosas, nos esperaba sujetando la puerta.
-   ¿A comer? – preguntó el doctor.
-   No, vamos a revisar las grabaciones de seguridad – informé.
-   Comeré sólo, como siempre… - dijo el doctor sonriendo. – ¡Ups! – dijo de pronto el doctor sujetando la puerta. ¡Se me olvidaba el cuerpo! – nos informó con una sonrisa de incredulidad. – No ha venido el encargado y debo custodiarlo – nos explicó.
-   ¿Le esperamos, doctor? – pregunté.
-   No, bajad. No cabríamos todos. Nos vemos luego – dijo mientras se cerraban las puertas.
El ascensor comenzó a bajar.
-   ¿Sigues pensando que puede ser otro asesino? – me preguntó Rot.
-   Desde el principio te dije que posiblemente era él, pero tú mismo me enseñaste que no podemos condicionar nuestro juicio – le rebatí.
-   Correcto. Es posible que me basara en la intuición – aceptó Rot. – Y por intuición también creo que no veremos nada en las grabaciones, pero como la intuición no es una prueba ni es objetiva, por eso visitamos los escenarios, preguntamos al forense y vemos las grabaciones. Intuir no es malo, no es ningún error, René, el error es no confirmar las intuiciones.
No hablamos más. Sin saber la razón, un silencio se apoderó de los dos durante el resto del descenso. Me sentía incómoda. Si alzaba la cabeza podía ver en el reflejo metálico de las puertas la mirada perdida de Rot, así que disimulé y saqué la libreta para revisar las notas. Quería preguntarle, quería hablar con Sam de cosas que no fueran del trabajo, cómo estaba, qué tal dormía, si necesitaba algo… esas cosas que se te ahogan en la garganta cuando tienes que decírselo a alguien cercano. Rot no había abierto la boca sobre Livi. Ni una palabra. Sólo trabajo. Y yo pensaba a cada instante en sus circunstancias…

El timbre de llegada del ascensor nos despertó a ambos. Yo guardé mi libreta y Rot recuperó su mirada perdida. Las puertas se abrieron y salimos. Desde la recepción nos vio el director que, dejando el mostrador, vino hacia nosotros indicando al mismo tiempo el camino a seguir para la sala de video. Mi teléfono sonó, lo miré y comprobé que era Park desde la central.
-   Es Park, a ver qué ha encontrado – informé a Rot. El director ya estaba delante y le seguíamos. – Dime – contesté a la llamada.
<<Hay dos coincidencias entre el listado de llamadas. Uno de los números a los que la victima llamó un par de veces y de los que recibió otras tantas llamadas corresponde a una tintorería situada a unas tres paradas más allá de la parada de Génesis.>> - me informó Park.
-   ¿Una Tintorería? No tiene sentido, no llevaba ropa y que tenga que coger el autobús para ir a una tintorería… - dije extrañada.
<<Lo mismo pensé yo, así que lo he investigado un poco. El propietario es el Sr. LouChan, inmigrante Chino que tiene fama de prestamista… Generoso pero decidido recaudador…>>
-   Bien, eso es algo. Cuadra bastante – en ese momento entrábamos por una puerta de servicio. La puerta requería un código de seguridad y una cámara enfocaba justo encima de la puerta. – mándame la dirección por mail o mensaje e iremos a verlo. ¿Y la otra coincidencia?
<<Uno de los números a los que llamó a principio de mes la víctima corresponde a una mujer joven con antecedentes por tráfico… bueno, trapicheo, nada importante. Se llama Susan Bristol, la pillaron hace un año y pasó un par de meses en prisión. Perdió su trabajo… ¿A qué no sabes donde trabajaba?>>
-   En Dinamic Trade – contesté.
<<Precisamente>> Contestó Park.
-   Buen trabajo, Park. Mándame las dos direcciones. Te debo una cerveza. ¿Podrías localizar e ir a visitar al marido de la víctima?- le pedí.
         <<Claro, dime el nombre>> Saqué el informe y busqué el nombre.
-         Se llama…  Charles Newell, Seguramente lo encontrarás en las oficinas de su empresa, NewBran Solution. Por cierto Park… No sé si está al tanto de lo de su mujer…
<< Vaya forma de pagar favores, Sanchez… Está bien, salgo ahora>>
- Gracias Park, que sean dos cervezas – terminamos a tiempo. Justo en ese momento llegamos a la sala. El director se paró delante de otra puerta de seguridad con clave de acceso. Una pequeña ventana a la altura de los ojos permitía ver quien estaba dentro o quien quería entrar. El director introdujo su clave y la puerta se abrió con un timbre de aviso. Los dos Guardas de seguridad del interior se levantaron al ver que el director venía con compañía.
-   Inspectores, son los Señores. Piatchi y Romeo, los responsables de la sala de video… - presentó el director con algo de desprecio. – Ya estamos investigando qué es lo que ha ocurrido para que ninguno de los dos viera nada en las cámaras.- ¿Tienen preparadas las grabaciones? – preguntó.
-   Sí, señor. Cuando nos digan – dijo Romeo tomando asiento mientras Piatchi me cedía su silla. - ¿Por dónde quieren empezar?
-   Por las cámaras del hall de entrada – dijo Rot. –Veamos cuando llega la víctima. Según el Sr. Branson se citaron a las 11.30h y ella llegó más o menos a ésa hora. Inicie la grabación a las 11.20h y avanzaremos – Romeo trasteo en el teclado de los controles e introdujo el número de cámara y el código de tiempo deseado.
-   Es la cámara que enfoca a la entrada – dijo señalando un monitor central y más grande que el resto.
La grabación avanzaba a velocidad normal, marcaba las 11.20h y viendo que podríamos estar una eternidad, intervine.
-   ¿Puede reproducirlo más rápido? – pregunté dejando escapar cierto tono de resignación. Romeo giró una rueda de los controles y en la esquina del monitor mostró 8x. Las imágenes se sucedieron con ciertos saltitos. No tardamos en ver a la víctima entrando por la puerta giratoria del Hotel. – Ahora despacio, por favor – la velocidad volvió a su original.
La grabación mostraba el momento en el que la víctima, una vez fuera de la puerta giratoria, avanzaba por el hall. Su paso era altivo, firme y algo apresurado. En su brazo derecho llevaba al perro, uno de esos pequeños perros que los dueños se empeñan en poner abrigo y que normalmente van en brazos. La víctima estaba a punto de perderse por debajo del monitor cuando Romeo cambió la cámara para seguirla.
-   Pasamos a la cámara de recepción – informó.
-   Por favor, póngame la cámara anterior en otro monitor – pidió Rot. Romeo moviendo el ratón del ordenador, arrastró una ventanita.
-   Ahí lo tiene – dijo señalando el monitor a la derecha al principal.
La víctima apareció en la cámara de la recepción. Rot intercambiaba su mirada entre los dos monitores. Pocos segundos después se quedó mirando el monitor de la derecha. Un turista entraba en el hotel. En el monitor principal la rubia avanzaba hasta los ascensores. En el secundario, avanzaba el turista. Con una gorra, gafas de sol, una mochila, una cámara de fotos colgando del cuello, una botella de agua sujeta por un brazo y en sus manos lo que parecía una guía turística en la que perdía su mirada algo agachada. La víctima pasó por delante de la reopción y ni se paró, ni miró al recepcionista ni saludo.
-   Pasamos a la cámara de acceso a los ascensores – informó Romeo.
-   Siga también a esa persona – ordenó Rot señalando al turista.
Con agilidad Romeo pasó la imagen del acceso a los ascensores a la principal y la cámara de la recepción al monitor de la derecha. La mujer avanzó hacia la derecha del monitor llegando hasta los ascensores donde se detuvo. Pulsó la llamada y miró su reloj. Unos segundos después las puertas se abrieron en el mismo instante en el que por la izq de la imagen el turista apareció. Tampoco se había detenido en la recepción, ni mirado ni saludado. Seguía con la mirada ligeramente agachada leyendo su guía. La víctima entró en el ascensor. El Turista, agilizando su paso, entró tras ella.
-   Pasamos a la cámara del Ascensor.
El ángulo de enfoque era desde una esquina superior de la puerta, por lo que el turista seguía teniendo el rostro oculto. El turista era de complexión delgada, más o menos de la misma estatura que la víctima, quizás un poco más alto si tenemos en cuenta los tacones de ella. La cazadora que llevaba impedía definir más su complexión, pudiéndose tratar de alguien atlético o simplemente delgado.  La víctima, quizás incómoda por la presencia de un extraño, sacó el teléfono móvil y se puso a trastear mientras sujetaba con la otra al perro. El Turista, en un momento dado, levantó ligeramente la cabeza y miró de soslayo a la mujer. Rot me miró. Sabíamos perfectamente que nos encontrábamos ante el asesino. Era él. La naturalidad de sus gestos, su frialdad conociendo que cien cámaras podrían captar su rostro… Un disfraz sencillo, sin adornos ni excesos… Una simple gorra y unas gafas para ocultarse…
El ascensor llegó a la planta 17. Las puertas se abrieron. El turista cedió el paso a la víctima. Ella, sin gesto alguno, salió del ascensor y enfiló el pasillo de su habitación. A la izquierda. Segundos después, el Turista salió en la misma dirección, tras ella. Con paso más lento. La cámara del pasillo ya les captaba y Romeo la pasó a la pantalla central. Ella seguía avanzando hasta que se paró ante la puerta de su habitación, la 1705. El turista avanzó y se detuvo ante una puerta del lado opuesto. La habitación 1704, unos metros antes de la 1705. Ella, con el perro en una mano, llamaba a la puerta con los nudillos de la mano con la que sostenía el móvil, echando una mirada atrás vio al turista frente a la puerta de su habitación, sin prestarle más atención, volvió su mirada a la puerta cerrada. El turista, con lentitud, con parsimonia, dejó la mochila en el suelo y se puso de cuclillas. Miró de nuevo de soslayo a la víctima en el instante en que esta la apartaba. Ella, impaciente, incómoda por verse ahí esperando, llamó con más insistencia. El turista, tranquilamente abrió el cierre de su mochila, metió dentro la guía, la botella de agua y la cámara. La mujer dejó de llamar a la puerta y marcó en el móvil. Llamaba por teléfono para que le abrieran. El turista, siguiendo con sus movimientos pausados, desato un pañuelo que llevaba atado a una de las cinchas de la mochila y con tranquilidad se lo anudó al cuello. Nadie contestaba a la victima. Siguió con el móvil e insistió con los nudillos. El turista se levantó, miró por tercera vez de soslayo a la mujer. Después, metiendo su mano en la cazadora, sacó lo que parecía una jeringuilla, le quitó el capuchón de plástico, tiró del embolo hasta el final y después, bajando su mano la dejó caída y extendida. Con la mano libre, se subió el pañuelo cubriéndose el rostro hasta la nariz. La mujer, apoyada en el quicio de la puerta, le daba la espalda. El turista miró a la cámara. De frente. Sin inmutarse. Anunciando su asesinato. Después, con pasos lentos, tranquilos, como un paseo, se acercó a la víctima, se paró a su espalda. Cinco segundos. Tras ellos, subió su mano y apuntó con la jeringuilla en el cuello de ella, absorta en su llamada. Y un gesto rápido. Ágil. Certero. Frío. Sencillo.
   Y ella… soltando el móvil, llevándose la mano al cuello, se giró y encontró a su asesino. Tres segundos después se desplomaba.
   El turista, impasible, contemplaba la última convulsión de la mujer hasta que, inmóvil, con mirada absorta y fija, le confirmó que había muerto. Agachándose,  se colocó de cuclillas junto a ella y la miró unos segundos. El perro interrumpió su observación, con el rabo entre las piernas, con mirada gacha, con miedo, se acercó a su dueña, la olisqueó, le lamió la cara… y comprendió que había muerto. El turista miró al perro y le acarició. Después, levantándose, sacó de su bolsillo el capuchón de la jeringuilla, se la colocó y volvió con su siempre paso lento hasta su mochila. La recogió del suelo y se fue en dirección contraria a los ascensores. Pasó por encima del cuerpo evitando pisarla y segundos después se bajaba el pañuelo al tiempo que su imagen escapa por la parte superior de la pantalla.

   Un silencio sepulcral nos envolvió. Nadie articuló palabra. Todos, impactados, quedamos mirando el cuerpo inerte de la víctima. Rot y yo habíamos visto muchos homicidios, muchos videos, demasiados. Pero aquél… Una imagen fría, sin color, sin sonido… una víctima ignorante de los minutos que le quedaban. Con tranquilidad subida en el ascensor junto a su asesino. Un asesino… tan natural en sus actos y movimientos que se transformaba en antinatural, en inhumano… La absoluta seguridad de no ser descubierto, como si controlara cada puerta del pasillo, cada cámara del edificio… ni un movimiento de nerviosismo, ni un gesto más rápido que otro, sin el menor síntoma de emociones. Hasta pisando una cucaracha uno demuestra más sentimientos, aunque sea de asco. Hasta pisando una flor uno demuestra más… aunque sea lástima. Aquella parsimonia, aquellos pasos lentos, la tranquilidad de dar la espalda a la presa sabiendo que ésta le ignoraría por completo, conociendo quizás su corazón altivo y lleno de indiferencia hacia el resto de las personas, sin preocuparle lo más mínimo una posible mirada de ella, allí agachado, guardando los adornos de su disfraz, allí de pié, llenando de muerte la jeringuilla. Y aquella mirada a la cámara. Indescifrable. No, no sonreía, seguro. Más bien nos observaba a nosotros al igual que nosotros le observábamos. Ni tan siquiera parecía una mirada desafiante, no hacía falta ni ver sus ojos ni su boca, no era desafiante. Y después… su paseo, pues paseo era lo que parecía, hasta colocarse tras la víctima, alzar su arma, asegurarse de acertar invirtiendo hasta 5 despreocupados segundos…

- Siga al asesino – reaccionó al fin Rot. Romeo viajó por un par de cámaras hasta que la encontró por las escaleras de servicio. Nada, era plenamente consciente de las cámaras. Ninguna captó su rostro, tan sólo su gorra y su cabeza agachada. Tres pisos más abajo tomó un ascensor de servicio. Dentro de él… los dedos de su mano derecha, sujeta a la cincha de la mochila, comenzaron a tamborilear. Aquello me heló la sangre. Era el primer síntoma que demostraba algún tipo de emoción, pero las dos alternativas posibles eran aterradoras: Uno tamborilea con los dedos cuando se está contento o cuando simplemente se está relajado esperando algo. Y tanto si el Asesino estaba contento por un buen trabajo como si estaba simplemente siguiendo el ritmo de alguna melodía de su cabeza, tal acto nos revelaba realmente la naturaleza de su alma, si es que la tenía.
   Poco más encontramos. El asesino bajó en la planta de la lavandería y sin demasiadas dudas se orientó entre las diferentes salas y pasillos hasta llegar a una de las puertas traseras de personal del hotel. Sin más, salió y se perdió por el callejón.

Cuando terminó el video me llegó una sensación, un pensamiento que no pude quitarme durante un buen rato: No le pillaremos, pensé. Miré a Rot y vi en su rostro preocupado que algo parecido le pasaba por la cabeza.
Ordenamos que entregaran las grabaciones al sargento Towal y salimos de la sala. El silencio nos acompañó hasta la salida del Hotel. Una vez fuera, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me paré y Rot me imitó mirándome. Clavé mis ojos en él:
-   Tenemos que cogerle, Sam – dije.
-   Sí, René, Tenemos que hacerlo – me contestó.





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