miércoles, 13 de julio de 2011

26 de Octubre. 2.00h a.m. Un Gorrión Revoloteando


(carta del Asesino)

Un Gorrión Revoloteando

            Un gorrión anda revoloteando por mi cabeza esta noche. No me deja dormir. Una y otra vez, su mirada triste, sus pequeñas alas, su andar torpón…
            Como siempre me he ido a la cama de madrugada. Creía que ya había escrito todo lo que tenía que escribir, pero al apagar la luz…

            Gorrión, Gorrión… Triste y delgado gorrión, ¿qué quieres de mi?
            Y así, en la cama, con los ojos abiertos sin poder ni querer cerrarlos, viendo como la las luces de neón de los edificios contiguos parpadean y provocan reflejos rojos, azules, morados sobre la sábana,  sintiendo el chasquido de las bombillas al encenderse y apagarse como el ritmo de un viejo reloj,  escuchando los lejanos gritos de maltrato de alguna paloma con la que me gustaría hablar…, con un perro ladrando en un ahogado callejón (¿serás tú, Toby, Cuchi, Lulú…?), así me llega el recuerdo de mi triste gorrión.

            Gorrión, Gorrión… ¿Qué quieres de mí?
De una manera extraña, sé que nos llevaremos bien. A penas te conozco, pero… Tus ojos pardos, grandes, de mirada triste, rodeados de las huellas de una pasada felicidad, ahora me hablan de dolor. Tu frente despejada marcada de los surcos del que escucha al prójimo, me dibujan tu humildad. Tus labios grandes, incapaces de borrar una imperceptible sonrisa amable, ahora… ahora me susurran tu soledad.
            Sí, es posible que por error, por esos errores que Dios acostumbra a cometer, te encerraron allí, con todas aquellas palomas, pero no te confundas… eres un gorrión.

            Cuando te vi por primera vez, me intrigaste. Pero hoy, cuando he ido a visitarte después de resolver el asunto pendiente… Ahora que lo pienso, sonrío. Sonrío igual que cuando uno de mis pequeños gorriones flacuchos consigue atrapar una miga de pan adelantándose a una paloma.
            Sí, he ido a verte al trabajo. Tenía que conocerte, he sentido la necesidad de saber quién y cómo eras. No sabía bien como reaccionaría al entrar en tal palomar, pero me he contenido… Aunque el gordo de la recepción me ha llegado a crispar.
            << No está >> Eso es todo lo que me ha dicho cuando le he preguntado por ti.
            << No soy su secretaria >> Eso es lo que me ha contestado cuando he insistido.
            << Prueba en la cafetería de la esquina >> Suele pasarse por ahí. Menos mal que ha contestado.

            Y allí he ido y al acercarme, cruzando el paso de cebra, ya te he visto. Me he apoyado en una farola y te he espiado. Tu tras un cristal, yo en la realidad. Creo que eso es lo único que nos diferencia. Tras la ventana de la cafetería, ajeno a la gente que pasaba por fuera y por dentro, en tu silencio, lejos de este mundo… removías lentamente tu café. ¿En qué pensabas, gorrión? ¿En mí? ¿En tus tristezas? Puede que en todo… Me ha gustado ver que no te gusta demostrar tu tristeza. Me ponen nerviosos los que van, mártires por la vida, creyendo que su apariencia descuidada provocará lástima. No eres presumido, eres normal. Te quitas la americana para no arrugarla, te desatas un poco el nudo de tu corbata para relajarte, pero guardas cuidado de tu camisa blanca. Tus ademanes son lentos, pausados, pensativos quizás. De vez en cuando, como un gesto reflejo, sin cuidado, te revuelves tu pelo moreno y al darte cuenta, vuelves a peinarte con la propia mano. No te afeitas todos los días, pero tu barba de pocos días no es descuidada, es costumbre, más bien. Seguramente de joven querías parecer mayor de lo que eras y te la dejabas por eso. Ahora, ya forma parte de tu aspecto.
            Me ha gustado espiarte, gorrión. Ver como tomabas tu café con sorbos lentos. Te gusta alargar el tiempo de un café, se nota. Eso es bueno. Y por la hora en que te lo tomabas… casi al medio día… eso es que duermes mal y poco, gorrión. Trasnochas, como yo… Has ojeado con desprecio un periódico, uno de esos que sólo hablan de palomas estúpidas y sus estúpidos líos con otras estúpidas palomas. Portada y poco más, la has dejado a un lado. Eso es bueno… Ha llegado la camarera ofreciéndote algo, con una sonrisa sincera y amable lo has denegado. Eso es bueno… Poco después, mirando tu reloj, has mirado a la calle. Esperabas a alguien. ¿A mí, gorrión? Me he preguntado con ironía. Creo que has visto que tenías tiempo y has sacado tu pequeño portátil de una de esas bandoleras de cuero viejo y marrón, lo has encendido y te has puesto a trastear. No has tardado mucho en volver a tu café y ponerte a leer. ¿Qué leías? Creo que eso es lo que me ha terminado de decidir.

            Después, en el camino de regreso a casa, me he arrepentido. Ha sido una estupidez. No tenía que haberme expuesto de tal forma. Pero bueno, ya me he castigado duramente. Aún me escuece. No sabía que mi navaja cortara tan bien… El yuppi sí, ese si lo sabe, bueno, más bien lo supo, no sé como debería escribirlo…

            Al entrar en la cafetería te he regañado gorrión, jamás te sientes de espaldas a la entrada. Me he acercado con sigilo, estabas concentrado en tu lectura y no te has dado cuenta. He estado casi un minuto detrás de ti, a algo más de un metro, observándote, respirándote, estudiándote… Y, mientras, yo jugueteaba en mi bolsillo con la amiga del yuppie. Podía haberla sacado… podía haber, incluso, abierto mi mochila y buscar a la amiga de la rubia… Acercarme aún más a ti y… Pero tu tristeza te ha salvado. Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados.
            Leías un blog, a mi me gustan, por eso escribo uno, claro. El nombre era extraño. Mañana lo buscaré, quiero saber qué es lo que te gusta leer. Y al fin me he decidido.

            Ahora que lo pienso, el castigo ha merecido la pena. Lo volvería a hacer.
            Ahí sentados solos tú y yo. Cara a cara. Tú con tu ignorancia  (si supieras lo que llevaba dentro de la mochila...) Yo con mi intriga. Jugaba con ventaja, lo sé, pero… Esta vez no quise llevar disfraz aunque… digamos que no era realmente yo, aún así, me ha gustado, ha sido agradable.
            Sé que no me has prestado demasiada atención. Mal hecho, gorrión… Bueno, tampoco ibas a sacar nada, sólo quería conocerte.

            ¿Serás tu quien me encuentre?
            ¿Tú me cazarás?
            ¿Tú y tu amiguita? No sé si lo sabrás, pero ella siente algo por ti. Cuando me he cruzado con ella al irme, su mirada tenía algo de… no sé, ¿celos? ¿curiosidad? No me aventuro a concretar, pero al salir os he echado una ojeada fugaz y te clavaba su mirada… Lo estudiaré, ya te diré algo.
            Y contestándome: No pequeño gorrión, ni tú ni nadie me atrapará. Lo sé bien.

            Bueno, creo que por hoy lo dejo. Un día completo. Cumplí la promesa que le hice a Job, el Mendigo y después te he conocido, hemos compartido unas palabras y he averiguado mucho sobre ti.
            Me ha gustado conocerte. Buenas noches, Samuel.
            Descansa, tienes mala cara.

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