domingo, 10 de julio de 2011

25 Octubre. Segunda Carta del Inspector Rot.

Anteriormente en Palomas y Gorriones: - Primer Asesinato - Primera Carta Inspector Rot - Juicio I. Narración de los Hechos de la MAÑANA del 24 de OctubreJuicio II. Narración de los Hechos de la TARDE del 24 de Octubre - Segundo Asesinato: Historia de la Rubia, el perro y Job el Mendigo


25 de Octubre

Otra muerte. Otra sutil muerte. Otro frío e insensible crimen.
Una hija, una esposa, una madre, una amante… Una vida construida que alguien ha juzgado con ligeros argumentos, con pruebas refutables y, tras el golpe seco de un mazo fabricado a saber con qué sentimientos, Juez, abogado y jurado, dictado el veredicto de culpable, también se auto declara verdugo. El patíbulo, un pasillo. El castigo: Asesinato. Y así, ajusticiada al amparo de las sombras, sin testigos, ni familiares, ni curas ni ultimas palabras… a quedado ella, y él, Juez, Abogado, Jurado y Verdugo se ha marchado, en sigilo, seguramente buscando otro juicio.
La Justicia del Hombre, la justicia creada y legislada por los sabios y los siglos es Imperfecta. Cierto. Pero la justicia personal… es Aterradora.


Debo escribir. Tengo que escribir. La Soledad y los demonios de mi alma no me dejan respirar. Me ahogo en sentimientos dolorosos. Siento un vacío en mi interior, una punzada hiriente que no consigo aliviar ni con whisky, ni con la televisión, ni con el sueño… Sólo escribiendo.
Aquí, con palabras, con simples palabras pretendo encerrar mis odios y dolores, mis frustraciones y depresiones, mis lágrimas… mis soledades. Sobre letras mecánicas pintadas en plástico se derrama mi espíritu y entre las teclas, como filtro de sentimientos nocivos, se cuelan mis demonios y atrapados y guiados por circuitos de cobre llegan hasta la celda de la pantalla.

Y tras el cristal de seguridad… me enfrento a ellos y les increpo y les destierro. Sí, por que si lo hiciera cara a cara, a pecho descubierto, en mi oscura habitación, en mi húmeda almohada… me devorarían. Lo sé.


Pero siempre queda uno. Una imagen, un dolor, una vida que no se filtra, que se adhiere y se reparte por la superficie de mi alma. Demasiado grande para el olvido, demasiado fuerte para el destierro. Demasiado doloroso para obligarla a marchar. Aquí, sobre el teclado siempre quedará algo… Tú, Livi. Tú siempre quedarás.


Hoy dejaré que se filtre la mujer rubia que se resistió a la madurez. Allí, en medio del pasillo, tumbada sin recato, con mirada de sorpresa, inyectada con espanto, cayó fulminada ante la puerta de su amante. Y su perro, mustio y abandonado, lamiendo su rostro entre gimoteos pretendiendo despertarla. Pero no, ella ya no despertará.


Yo sé quien ha sido. Sin la más mínima duda. Todo distinto pero la misma esencia: A la vista de todos. En el pasillo de un hotel donde en cualquier momento alguien pudo aparecer. Con un arma atípica, discreta. Una jeringuilla llena de odio mezclado con no sé qué macabros sentimientos. Un gesto rápido, preciso… en su cuello…
Sin gritos ni forcejeos, sin tiempo para rezar… Sola. Así murió esa mujer, Livi. Así, como también te fuiste tú.


Si yo hubiera estado a tu lado, Livi… ¡Dios! Si yo hubiera estado…
Lo he pensado tantas veces. No, este dolor no se filtra. Como tú, siempre permanece. Si yo hubiera estado viviríamos los dos o los dos estaríamos muertos. Así debió ser. Así debía de ser, Livi. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Vivir? ¿Vivir viendo todos los días como un perturbado asesino sigue vivo y sabiendo que un alma pura como la tuya se ha tenido que ir?


¿Quién me lo puede explicar? ¿Quién se atreve?


Me controlo. Me debo controlar. Los sentimientos que me invaden me asoman al abismo. Ya imaginé mis manos apretando el cuello de ese monstruo y me asusté de mí mismo. Necesito paz. Necesito que se marche mi creciente odio.
Sólo tu recuerdo me sujeta, Livi, pero cuando ya no recuerde tu mirada…cuando tu sonrisa sea vaga y tus palabras susurros… Cuando tu recuerdo, como siempre pasa, sea como una vieja fotografía descolorida… Cuando tu melena esté difuminada y tus caricias sean una brisa lejana… Cuando subas al limbo del olvido, a la memoria velada…


¿Quién me sujetará, Livi?
Nadie. Caeré al abismo, amor, y yo no sé a quién arrastraré conmigo…

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