viernes, 29 de julio de 2011

Juicio IV. Narración de los hechos de la TARDE del 25 de Octubre



JUICIO IV. Narración de los Hechos de la Tarde del 25 de Octubre

   No teníamos tiempo que perder, unos sándwich de máquina nos bastaron como comida y un banco como restaurante. Allí decidimos nuestros siguientes pasos. Teníamos varios asuntos pendientes, asuntos que, en el fondo y tras haber visionado los videos, tras ver al asesino actuar, ambos sabíamos que no nos llevarían a ningún sitio. Pero que el protocolo policial nos obligaba a cumplir para que en el futuro no se encontraran irregularidades en la investigación. Sí, aún era plausible que los dos crímenes no estuvieran relacionados, pero una cosa era absolutamente evidente: El asesino de la mujer del Hotel, sin duda alguna, era un psicópata y lo más probable era que hubiera matado antes...
   Aún con todo, debíamos interrogar al Marido de la víctima del Hotel, Charles Newell, a Susan Bristol, la mujer que Park consiguió relacionar con las llamadas y el Sr. LouChan, dueño de la Tintorería y Prestamista de dudosa reputación.
   Rot estaba que trinaba por tener que invertir nuestro tiempo en interrogatorios que no nos llevarían a ningún sitio. Yo traté de calmarle.
   -Piénsalo de esta forma, Sam: ¿Qué podemos hacer sino? – le dije. – No tenemos otras pistas, no tenemos nada por lo que empezar… Y nunca se sabe si encontraremos un hilo del que tirar que pueda llevarnos hasta el Asesino. ¿Qué podemos perder? – Rot pareció aceptar mis argumentos. Eran la pura verdad. No teníamos otra cosa que hacer.
   - Podríamos centrarnos más en el perfil del asesino – comentó sin demasiado convencimiento Rot. – Podríamos hablar con Isaac… - dejó caer Rot.
   -¿Con Ribawn, Isaac Ribawn? – pregunté incrédula. Ribawn y Rot no se llevaban nada bien, en un caso tuvieron una fuerte disputa por que no compartían la misma visión del caso. Ribawn erró en su perfil que achacó a falta de datos que Rot no le pasó y Rot recriminó a Ribawn que usaba tales datos como excusa por su error. Murió un chico. - ¿Estás pensando en pedir ayuda a Ribawn?
   - Que cometiera un error no implica que no sea el mejor – defendió Rot.
   - Tú defendiendo a Ribawn… - y en el fondo eso me preocupó más. Rot ya lo estaba viendo muy negro. – Murió un chico, no lo recuerdas.
   - El trazó el perfil con los datos que tenía, no se pudo hacer más…
   - Tú mismo – cedí. – Pero deberíamos primero hacer nuestro trabajo.
   - ¿Por quién quieres empezar?
   - He mandado a Park con el marido. Están en su despacho que no queda muy lejos de aquí – informé.
   - Pues vamos – dijo Rot haciendo una pelota con el envoltorio del Sándwich y poniéndose en pie.
   Park, eficiente como siempre, me había mandado toda la información de Susan Bristol, el Sr. LouChan y de Charles Newell por email, así que saqué el móvil y accedí a la información.
-   Se llama Charles Newell, la empresa que tienen montada con es Sr. Branson se llama, muy originalmente, NewBran Solution, se dedican a la publicidad en Internet y desde hace un par de años han despegado. Es una de las empresas punteras de su sector y, básicamente, está forrado – informé a Rot mientras nos subíamos en el coche.
-   Si nos olvidamos de las posibilidades reales de un Psicópata, sería el sospechoso número uno – anotó Rot. – Su mujer le era infiel con su socio, manda narices lo bien que eligió Newell tanto a socio como a mujer… El móvil está claro…
-   Branson no le cree capaz… - recordé.
-   Hay muchas cosas que en principio no somos capaces de hacer hasta que se rebosa el vaso. La paciencia, la bondad, la honradez, la pasividad… todo tiene un límite – Rot parecía hablar consigo mismo. – El noventa por ciento de los crímenes que se comenten son cometidos por personas “incapaces” de matar, pegar, robar… Le apretaremos las tuercas a ver que dice, aunque ya sabemos… - dejó en el aire Rot.
-   Por lo visto habían rumores de que Newell se quería separar de su socio – le comenté mientras seguía leyendo la información recabada por Park. – Y sorpresa…
-   Dime
-   Tiene antecedentes… Bah… poca cosa – seguí leyendo. – En la universidad, típicas estupideces de peleas y algo de drogas.

Seguimos comentando algunos datos e ideas durante el trayecto. Unos 10 minutos después llegábamos a las oficinas de NewBran Solution, localizadas en uno de los edificios empresariales del centro. Un amplio y lujoso hall repartía en 4 los diferentes bloques de Oficinas. Leí en la información de Park la dirección exacta de la empresa y guié a Rot. Cinco minutos después entrábamos en el despacho de Newell. Park fue a recibirnos a la puerta.
- No le ha afectado mucho la noticia – nos dijo en un susurro mientras disimulaba saludándonos. – Y a los cinco minutos ha llamado a su abogado. No he querido hacer preguntas – tras decirnos esto, nos acercamos al Sr. Newell.
-   Sr. Newell, son los Inspectores Rot y Sánchez – nos presentó Park. Newell brindó su mano y le correspondimos. Era alto, fornido, atractivo, rondaría los 50 años y su pose era estirada, estricta, altiva y segura.
-   El agente Park me ha invitado amablemente a esperarles… Pero rogaría que no me entretuvieran demasiado - dijo serio.
-   Sr. Newell, su mujer ha sido asesinada, lo natural sería que colaborara en todo lo que pudiera – recriminó Rot.
-   Inspector, colaboraré en todo lo que pueda, pero ya le informo que le seré de poca utilidad – se defendió.
-   No se le ve muy afectado, Sr. Newell – dije al ver que no mostraba la menor emoción tras la noticia. Su seriedad y rigidez era todo lo que su estado anímico traslucía.
-   Inspectora, no me trate como a un delincuente común. Entiendo perfectamente que, por estadística y debido a las circunstancias que se han dado con mi mujer, soy el principal sospechoso. ¿Afectado? Como habrán podido intuir o como ya habrán adivinado, la relación con mi mujer era, a falta de una palabra mejor, nula. No quería a mi mujer y ella no me quería a mí. Acepto mi condición de sospechoso y encontrarán toda la colaboración posible… a través de mi abogado. Ahora, si no necesitan nada más… - Newell se dirigió hacia la puerta.
-   Sí, claro que lo necesitamos, Sr. Newell… - interrumpió Rot. – Así que siéntese a no ser que prefiera que sigamos hablando en la comisaría.
-   Inspector, si quiere nos sentamos, pero no pienso decir una palabra mientras no esté presente mi abogado – dijo Newell sentándose en su sillón, tras la mesa de su despacho.
-   Creo que no ha tardado demasiado en llamarle… - sonrió con sarcasmo Rot.- Esperaremos – dijo.
-   Sí, también soy culpable de precavido y desconfiado…
-   ¿También? – repetí mostrando cierta sorpresa. Newell sonrió con condescendencia.
-   Sí, inspectora, tengo otros defectos y una virtud esencial, reconocerlos. Ejercite la humildad, se lo recomiendo – me replicó. El Sr. Newell hacía poco por ganarse nuestra simpatía, seguramente era su carácter más que se sintiera atacado o acorralado.
-   Sr. Newell, ¿entiende que la actitud que está tomando no es precisamente la que más le ayuda y, en cambio, es la que más sospechas levanta? – contesté.
-   ¿Me ve preocupado, inspectora? ¿Nervioso? – Newell me clavó los ojos. – Su presencia me molesta, cada minuto que pierdo aquí es dinero que pierdo y haga lo que haga, esté o no mi abogado, hable o calle, seguiré siendo el sospechoso principal… Dígame una cosa, conociendo las circunstancias que les han traído aquí, ¿qué le resultaría más sospechoso, un marido falsamente afligido golpeándose el pecho o un marido indiferente?
-   Sí le digo la verdad…
-   Siempre, pero ya contesto yo por usted: Cualquiera de las dos. Mi condición de sospechoso no se debe a la demostración o no de emociones ante la muerte de una buena mujer o una puta, sino que se basa en la simple y llana estadística. En casos como éste, crímenes pasionales, 8 de cada 10 ocasiones el culpable es el marido. Así que, haga lo que haga, diga lo que diga y sienta lo que sienta, seguiré siendo el principal sospechoso. Comenzarán a analizar cada uno de mis movimientos, llamadas, citas… rebuscarán en mi pasado y se agarrarán a cualquier gamberrada universitaria…
-   A no ser que pueda decirnos donde estaba esta mañana sobre las 11.30h… - aprovecho Rot – Con eso le ahorraríamos mucho tiempo…
-   Se lo puedo decir, pero no aportará nada. No tengo coartada – dijo esbozando una sonrisa. – Sobre esa hora o estaba en casa o salía en ése momento. Y antes de que lo pregunten, no, no había nadie que lo pueda corroborar, el portero del edificio no estaba y no me crucé con ningún vecino – Rot hizo un gesto a Park.
-   Qué alguien vaya al domicilio del Sr. Newell y busque a quien pueda corroborar su historia. Puede que el Sr. Newell no viera a nadie pero puede que alguien le viera a él… - dijo Rot mirando a Newell al final de la frase.
-   Se le ve bastante informado sobre estadísticas criminales y protocolos policiales… - comenté con ironía.
-   En cambio a ustedes – dijo de pronto una voz a nuestra espalda – se les ve bastante desinformados sobre los derechos legales de las personas… – se trataba del abogado de Newell, que sin a penas mirarnos, entró en el despacho tranquilamente y dejó su gabardina y maletín con cuidado sobre un de los sillones del despacho. – ¿Todo bien Charles? – dijo como todo saludo.
-   Sin problemas. Lo dejo en tus manos, Willbor – dijo Newell sacando un documento y poniéndose a ojearlo distraídamente. El abogado se giró y nos miró con una sonrisa que me llegó a parecer hasta amable.
-   Soy Willbor MacGarret, abogado del Sr. Newell – dijo tendiendo su mano. Rot y yo lo estrechamos. MacGarret nos invitó a sentarnos en un tresillo a la derecha de la mesa de Newell. – Supongo que tendrán mucho trabajo, al igual que mi cliente, así que trataré de ayudarles y aclararlo todo para que todos estemos contentos, ¿verdad? – dijo de nuevo con esa sonrisa. Viendo que no correspondíamos, tomó su maletín y poniéndolo encima de la mesa baja que completaba el tresillo, abrió los cierres. – Bueno, siento decirles que no existe ni motivo ni causa razonable por la que mi cliente se viera beneficiado de la muerte de su mujer – y diciendo esto, sacó unos documentos. – Éste es el contrato prematrimonial que firmó la difunta Sra. Newell renunciando al derecho sobre los bienes y rentas de mi cliente. En él se estipula una compensación e indemnización en caso de divorcio siempre y cuando se cumplieran dos condiciones. La indemnización tenía por condición la fidelidad de la Cónyuge… - y MacGarret nos miró alzando sus cejas y ladeando su cabeza con bastante sorna – Me temo que la Sra. Newell era poco cuidadosa en este aspecto – dijo sacando una colección de fotos comprometidas de ella y el Sr. Branson – Y para el caso de la compensación, se percibiría con el demostrado sacrificio profesional del cónyuge en el caso de renunciar a su vida laboral a favor del cuidado de la casa y de los posibles y futuros hijos… y, tch! – chasqueó MacGarret y nos volvió a mirar – me temo que el juez no hubiera admitido la Compra Compulsiva como trabajo doméstico ni tampoco a Duque, el perrito, como hijo… aunque, eso sí, lo cuidó mucho… - MacGarret volvió a mostrar su brillante sonrisa. Newell seguía indiferente. – Como bien ha comentado Charles, los dos motivos o móviles principales que pudieran achacar a mi cliente serían el dinero o los celos. Está claro que el dinero… ella misma había conseguido que sus derechos se redujeran a cero. Y en cuanto a los Celos… La infidelidad de la Sra. Newell la conoce mi cliente desde hace 3 años así que más que celoso era… permisivo. – El contrato y las fotos permanecían en la mesa, Rot no mostró el más mínimo interés, simplemente escuchaba al abogado. No sé si quieren realizar alguna pregunta… - dijo invitándonos con su sonrisa.
-   A decir verdad… - dijo Rot. – No me interesa demasiado el Sr. Newell, ni mi compañera ni yo pensamos que esté implicado…
-   ¿Me viene ahora con esas? – saltó Newell cayendo en la provocación de Rot. MacGarret hizo un gesto para apaciguar a su cliente.
-   Sr. Newell, la inspectora y yo hemos venido para cumplir con el protocolo policial, debíamos hablar con usted. Ha sido usted solito, con su actitud defensiva, quien se ha colgado el cartel de Sospechoso – Newell clavaba sus ojos en Rot – En circunstancias normales y con el mínimo de colaboración, nuestra presencia aquí no hubiera pasado de los 5 minutos. Como verá, el único beneficiado por su comportamiento es su abogado – a MacGarret se le borró lo que le quedaba de sonrisa. – Las cámaras de seguridad del Hotel grabaron al asesino y su fisionomía no se le acerca a usted ni de lejos. Evidentemente tendremos que buscar alguna posible relación, pero a la luz de los datos de los que nos ha informado tan correctamente su abogado pero que usted mismo nos pudo haber aclarado, realmente usted no tiene ni móvil ni motivos para querer ver muerta a su mujer. No tenía previsto molestarle demasiado, no tengo ganas, esa es la verdad, pero… ahora que lo pienso, será necesario – dijo Rot esbozando una sonrisa cínica – que se pase a lo largo del día por la comisaría para visionar las grabaciones. En cuanto a preguntas, sólo tres: ¿Qué hacía usted tan tarde saliendo de su residencia? No me cuadra que siendo tan valioso su tiempo amanezca usted tan tarde. – Newell estaba furioso, ni miró a su abogado.
-   El Sr. Newell no tiene porqué… - comenzó MacGarret.
-   Llegué a las 5 am del extranjero tras un viaje de 14 horas – dijo poniéndose en pié y tratándose de calmar. – Ni la hora de meterme en la cama ni el desfase horario me han ayudado a dormir, así que, siendo dueño de esta empresa y por lo tanto, con el privilegio de no tener que dar explicaciones, me he levantado cuando me ha salido de las narices – dijo clavando su mirada en Rot, que impasible anotaba en su libreta.
-   Muy bien, me parece correcto – dijo indiferente sin mirar a Newell. – La segunda pregunta, ya que por fin le veo colaborador – dijo mirando a Newell y después replicando la sonrisa de MacGarret mirándole también - ¿Sabe quien puede haberse beneficiarse de la muerte de su mujer o quien querría verla muerta o qué enemigos tenía? – MacGarret invitó con un gesto a Newell para que contestara sin miedo.
-   No, Inspector Rot. No sé quien querría ver muerta a mi mujer.
-   Aja – dijo Rot.
-   ¿Y la tercera pregunta? – invitó MacGarret.
-   ¿Sánchez? -  me animó Rot sabiendo que mascullaba una desde hacía rato.
-   Sí, sólo una Sr. Newell… Si no quería a su mujer y si no le costaba nada el divorcio… ¿Por qué seguían juntos?
-   Inspectora – Newell me miró seriamente – la respuesta a esa pregunta no es relevante, digamos que es una decisión personal. – Rot se levantó y me hizo un gesto para que le imitara.
-   Realmente, Sr. Newell, si es un dato relevante. Es más, es un dato bastante clave, pero le dejaremos tiempo para pensar la respuesta – Rot se dirigió a la puerta del despacho. – Por último, siento comunicarle que sus viajes deberán esperar hasta que esté aclarada su implicación o no en la muerte de su mujer. No salga de la ciudad y recuerde pasarse por la comisaría para visionar los videos. Como ya sabrá, la estadística también dice que los homicidios suelen tener como culpables a personas próximas a la victima: Familia, amigos o conocidos. Puede que reconozca al asesino – Rot ya tenía la puerta abierta y me invitó a salir. – Muchas gracias por su colaboración, Sr. Newell. Sr. MacGarret… - se despidió con un gesto de su cabeza.
Salimos del despacho los tres. Nos acompañaba el Agente Park, que bajó con nosotros hasta la salida del edificio. Antes de separarnos me acordé del testigo que había hablado con Rot en la cafería. Le retuve un segundo.
-   Park, espera – Rot ya se montaba en el coche. – Toma, son los datos y respuestas de otro testigo del autobús, no hay nada, pero añádelo a la lista por si tenemos que tirar de ella.
-   OK – dijo Park metiéndose las notas en el bolsillo. – ¿Nos vemos luego en la central? – preguntó rutinariamente.
-   Pues… no lo sé, la verdad – contesté. Park pareció comprender. Se despidió con un gesto y yo me metí en el coche.

Decidimos ir a visitar primero a Susan Bristol y dejaríamos para el final al Sr. LouChan, el prestamista. Tanto Susan Bristol como el Sr. LouChan vivía en una de las peores zonas de la ciudad, conocido reducto de drogadictos y camellos. Si dabas una patada a una puerta salían cientos de conocidos delincuentes a cual con mejor expediente de antecedentes, así que informamos a la central para que estuvieran al tanto. En el trayecto, intercambiamos impresiones.
-   Un gilipollas, pero no cuadra – dije en referencia a Newell.
-   Aún así, no descartemos la posibilidad… - yo miré a Rot con sorpresa.
-   ¿Y eso?
-   No quiero que el Jefe nos esté dando la lata. Hagamos bien el trabajo. Es coherente una posible relación. Como bien ha dicho, es el sospechoso principal y alguien de su status y dinero no se mancharía las manos sino que contrataría a alguien para que se encargara de su mujer. Que evitara contestar a tu pregunta no me ha gustado. Has dado en el clavo… ¿Qué coño hacían juntos?
-   Bueno Rot, hay muchas razones por las que las parejas o matrimonios siguen juntos… Una de las más habituales es la simple inercia…
-   No creo que esa sea la razón… - dijo Rot. – Newell parece un hombre muy decidido y no resulta tan… débil de carácter. Debe haber algo detrás. Lo averiguaremos.
Un silencio nos incomodó durante unos minutos. Creo que Rot temió que sacara el tema de Livi y decidió romperlo.
-   No hemos comentado nada del video… - dijo mirándome de soslayo. - ¿Qué piensas? – yo prolongué unos segundos mi silencio.
-   Te seré sincera… Me dio miedo. Nunca había visto a nadie así, Sam – confesé.
-   Yo tampoco… - murmuró Rot. – Pero ¿Sabes? Al final todos cometen un error, un mal paso, un despiste… o simplemente desean que les pillemos o se entregan. Este no será menos. Lo que debemos esperar y forzar es que sea pronto.
-   Pero Sam, ya le viste. Esa frialdad… Es como si no sintiera nada. Como si fuera algo completamente natural para él, una rutina, como ir al trabajo… En todos los casos que he trabajado hay algo, no sé, deleite a veces, pasión, sexo, locura… Pero él… él mostró más interés, más… no sé como decirlo, sentimiento hacia el perro que hacia ella.
-   Y seguramente sea así. De ahí lo de hablar con Ribawn, nos puede ayudar. Por ahora hay sólo como una especie de niebla que lo envuelve todo, sabemos que se trata del mismo asesino, pero no llegamos a definir ni concretar nada. El Arma es distinta pero guarda similitudes, podemos decir que las dos son armas blancas y el asesino debe acercarse para matar a su víctima. Una navaja y una jeringuilla, ambas le obliga a estar encima. Esa proximidad con sus víctimas puede tener una explicación que se nos escapa. Dios no lo quiera, pero te apuesto lo que quieras a que si tenemos otro asesinato, cumplirá con esa condición: La proximidad. Después tenemos el escenario: Un autobús abarrotado y el pasillo de un hotel, de nuevo… semejanzas confusas. Son los dos lugares públicos, expuestos a que alguien le descubra. Pero sensiblemente diferentes. También me apuesto a que de haber otra víctima, cumplirá con tal idea. Y por último, las víctimas… Como anotó el doctor Lee, la primera víctima aparentaba una clase social o un estatus económico alto y la Sra. Newell… era rica y de clase alta. Hay algo de disparidad, uno en un mal barrio y otra en un hotel de lujo, pero… Hay algo, en cambio, en lo que parece que coinciden. Deberemos confirmar el carácter de la Sra. Newell, pero por lo que parece también era algo… altiva, prepotente. Esa puede ser la clave, lo que dispara al asesino. -  Ya habíamos llegado a la dirección de Susan Bristol y bajamos del coche.
-   Pero si es así como elije a las víctimas… Media ciudad está en peligro – intervine. – Sam, debe haber algo más concreto. En el caso del broker pudo ser cuando le quitó el asiento a la Sra. Deveró, por ejemplo…
-   Puede que estés acertada, pero ¿y en el caso de la Sra. Newell?
-   Venía de la peluquería, allí pudo pasar algo que viera el asesino…
-   Mandaremos a Park a ver qué averigua, pero algo no cuadra. ¿El asesino lo tenía todo preparado? Me refiero, ocurrió algo en la peluquería, pongamos, y él lo ve… ¿Qué estás diciendo, que ya estaba disfrazado y sabía cómo matar a la siguiente víctima y lo único que hacía era esperar, como un cazador, a que apareciera un candidato?
-   Sí, es posible… - dije sin estar del todo convencida.
-   Sí, sí que es posible – murmuró Rot más convencido.

Nos encontrábamos frente al portal del edificio de Susan Bristol. Las calles estaban llenas de gente y de los comercios, pequeños locales algo viejos y descuidado, entraban y salían personas de todo tipo. En un par de esquina vimos grupos de tres o cuatro personas que nos miraban con disimulo, seguramente se traían algún trapicheo entre manos. Desentonábamos en aquél barrio, eso estaba claro, y posiblemente llevábamos el cartel de Policías demasiado a la vista. Una pequeña escalera daba acceso al portal, en él, un hombre de color muy grande y obeso pero con cara amable se sentaba con dos chavales con ropas amplias. Les sorteamos y entramos en el edificio, la puerta estaba abierta de par en par. El hall de entrada, por llamarlo de alguna forma, estaba en un estado lamentable. Olía a basura, todas las paredes estaban pintarrajeadas y faltaban algunas baldosas en el suelo y las paredes. Teníamos que subir a la quinta planta, por lo que, ingenuos, llamamos al ascensor.
-   Está estropeado… - nos informó el hombre de color que nos había seguido con la mirada. – Si les digo la verdad, creo que nunca ha funcionado – comentó mostrando una gran sonrisa.
-   Gracias, subiremos andando – dije con cierta resignación.
-   El edificio está prácticamente vacío… - no advirtió. - ¿A qué planta van? – Rot dudó uno segundo.
-   A la quinta – contestó.
-   Pues eso que les ahorro. Ahí no hay nadie.
-   Según nuestras informaciones sí – repliqué.
-   Suban si quieren, pero ya les digo que no encontrarán a nadie.
-   Buscamos una chica, se llama Susan… - dijo Rot.
-   ¿Susi? Sí, vivía en la quinta, pero hace poco se mudó.
-   No sabrás donde, ¿verdad? – pregunté.
-   Claro que lo sé. Es mi vecina. Decidió cambiar su residencia – dijo sonriendo – dos plantas más abajo.
-   ¿Puede decirnos la letra del piso? – pregunté.
-   ¿Letra? No hay letras, sólo puertas y a veces ni siquiera éstas – el hombre ayudándose de su brazo izquierdo, se levantó con esfuerzo. Dándoles una collejas a cada chaval, les despidió – Ojito con lo que hacéis – les advirtió con cierto tono paternal. – Les acompaño – dijo mirándonos con una sonrisa amable. – Aunque no sé si Susi estará y si está… no sé en que condiciones… Ya me entienden. – dijo encogiéndose de hombros. El hombre comenzó a subir con lentitud los escalones. Debido a su peso, los escalones con borde de madera crujían. Rot dejó distancia entre él y nosotros. No es agradable subir unas escaleras tras alguien tan grande delante. - ¿Son polis, verdad?
-   Inspectores, sí – contesté.
-   ¿Se ha metido en algún lío Susi? No le convendría, la cárcel le ha destrozado la vida. Antes consumía y pasaba algo, es verdad… pero ahora es dragadita perdida. A penas sale del piso, sólo para pillar. Nadie se ocupa de ella, nadie la cuida… Yo un poco, me da pena – decía subiendo ya el segundo tramo. - Dicen que la trena debe rehabilitarnos… ya me gustaría ver a algún juez en una cárcel de esas, donde nos meten a nosotros. De ahí no se sale nunca, ¿de esa cárcel? Nunca. Puedes abandonar la celda, el patio, cruzar los muros… pero una cuerda invisible te ata para siempre. Debes favores, te los deben a ti, si consumías antes, dentro te metes lo que sea y después sales y… sigues metiéndote lo que sea o, más bien, lo que puedas. Si no te metes nada… allí empiezas, eso seguro. En fin – dijo llegando a la tercera planta y medio jadeando – ustedes hacen su trabajo – sonrió -, claro, pero ya les digo que en el fondo, lo que hacen es invertir en criminales, camellos o drogatas. Como decía mi abuela… Pan para hoy, hambre para mañana – el hombre enfilaba el pasillo.- No, amigos, nadie se rehabilita, nadie se reinserta, todos salen rebotados, peor de lo que estaban…
-   Tu no pareces tan rebotado… - comenté
-   ¿Por qué piensa que he estado en la trena? – me preguntó con una sonrisa. Al ver mi cara, amplió su sonrisa.
-   Jeje… Por algo son Polis… digo, Inspectores. Sí, estuve, pero tuve la suerte de estar poco tiempo, de ser tan grande y gordo y de haber tenido una Madre que me obligaba a leer todos los días… Al ser tan gordo, no gustaba a las… ya saben – dijo esbozando una sonrisa parándose ante una puerta. – Por ser tan grande, nadie se metía conmigo. Y les parecerá una tontería, pero gracias a mi madre tengo algo más de cabeza, y no sólo hablo del tamaño! – bromeó. – Aquí es. Hace días que no sé nada de ella, pero no es extraño. Posiblemente ni esté – y con su mano nos cedió el paso y se echo a un lado. Sean buenos con ella, en el fondo ella no es mala, es una pobrecilla… - dijo con lástima en sus ojos.
Rot llamó a la puerta.
-   ¿Susan Bristol? – nadie contestó. Rot Insistió. - ¿Susan Bristol? Somos los inspectores Rot y Sánchez, sólo queremos hablar con usted – todo seguía en silencio. Rot llamó más fuerte. –Susan, tenemos que entrar, abra la puerta – al ver que no se escuchaba el menor ruido, Rot me hizo una seña. Saqué mi arma y Rot se preparó para abrir a la fuerza. El hombre de color nos detuvo.
-   Está abierta, seguro – susurró.
Rot llevó su mano al pomo y probó. Efectivamente estaba abierta. Antes de abrirla me miró, yo asentí. Empujó la puerta y yo apunté con el arma. Del interior salió un fuerte olor, mezcla de basura, suciedad, olor a cerrado… y algo más. Los cortinajes rojizos daban un tono anaranjado a la estancia que, como no podía ser de otra manera, era un revoltijo de ropa, muebles rotos y desorden. Con lentitud, Rot, que ya tenía el arma en la mano, entró. Comprobó con rapidez que no había nadie tras la puerta y pegándose a la pared, avanzó. Yo entré tras él deslizándome en la dirección opuesta.
-   ¿Susan? – llamó Rot en balde.  Con un gesto me indicó que registrara lo que parecía la cocina, tipo americana. Él se fue hacia la habitación. El salón, que era bastante pequeño, estaba despejado. Revisé la cocina. No había nadie tras la barra.
-   René – me llamó Rot. Estaba dentro de la habitación. Fui hacia él. Desde la entrada miraba la cama. Se hizo a un lado. Susan Bristol estaba mal tirada sobre la cama, medio desnuda y muerta. Rot tardó unos segundos en reaccionar, después fue a revisar el baño. Yo me acerque al cuerpo y le comprobé el pulso. Muerta. Por el olor podía llevar dos o tres días allí. Su brazo derecho se descolgaba de la cama mostrando todas las marcas de agujas en el antebrazo. En su mano izquierda pude ver una jeringuilla. Se había metido un chute y posiblemente, por lo que se apreciaba y por mi experiencia, interprete que murió de sobredosis. En el centro de la cama encontramos una bandeja metálica con los diferentes enseres para inyectarse, al menos, dos dosis. Rot, de regreso del baño, me señaló con el teléfono con el que ya se disponía a dar aviso a la central, la existencia de otra jeringuilla. Se llevó el teléfono a la oreja y guardando el revolver, me hizo notar que el otro lado de la cama tenía claros signos de haber sido ocupado por otra persona. Sí, allí hubo dos personas y las dos se metieron sus respectivos chutes. Susan Bristol murió. La otra persona la dejó ahí tirada.
-   Ya he dado el aviso – me comunicó Rot. – Deberemos esperar, así que el Sr. LouChan tendrá que esperar a mañana. Vamos a hablar con nuestro amigo.
Salimos los dos de la habitación y vimos al hombre de color asomado a la puerta de la casa. Su rostro denotaba cierta tristeza.
-   ¿Qué pasa inspector? – preguntó con sincero interés.
-   Ha Muerto, seguramente de sobredosis – le informé. Hizo un gesto de resignación, uno de esos que con lástima uno hace como diciendo <<Sabía que tarde o temprano pasaría>>
-   ¿Cómo te llamas? – preguntó Rot.
-   Leroy Luis Lacourt – susurró – Pero todos me llaman Thriel. Ya saben, tres-eles…
-   Thriel, veo que estás bastante al tanto de lo que pasa por aquí – dijo Rot. – Susan está muerta, parece que de sobredosis, pero todo indica que estuvo acompañada. ¿Recuerdas si hubo movimientos recientemente?
-   A Susi no la he visto desde hace unos 4 días, me crucé con ella… Pero sí… sí, creo que hace unos tres días vino su amigo ése – dijo pensativo. – Nunca supe si se trataba de amigo, novio o lo que sea. No pegaban, el era bastante… estirado, siempre de traje… - Rot y yo nos miramos. No tardé en sacar el Mobil para buscar una foto de la víctima del autobús. – Creo que Susi le pasaba, venía una vez por semana.
-   Thriel, mira esta foto – dije.
-   Sí, es él… Lucas… sí, creo que se llamaba Lucas. ¿También ha muerto? – preguntó al ver que la foto era tomada en el depósito.
-   Sí, también. Es lo que estamos investigando. ¿Confirmas que es la última persona que viste con Susan? - pregunté
-   Que yo viera, sí, pero sólo lo vi entrando en el edificio. Yo estaba en la escalera, me gusta sentarme ahí. El entró sin saludar ni nada. Supongo que subió aquí, con Susi, pero no lo vi ni entrar ni salir de su casa.
-   Gracias Thriel – dijo Rot. – Ahora lo mejor que puedes hacer es espera abajo. Posiblemente querrán hablar contigo. – Thriel asintió con su gran cabeza y con paso lento se marchó obediente.
Ya escuchábamos las sirenas de fondo.
-   Coincidencia… ¿no? ¿Qué piensas? – pregunté.
-   Que se está complicando todo, estúpidamente, pero se complica. No parece gardar relación con nuestro asesino, más bien parece una pequeña fiesta que salió mal. Se metieron los dos y lo que ya no sé es si él se fue sabiendo que ella estaba muerta o no. Aún con todo… da igual. Está muerto él, está muerta ella y esto lo único que hace es retrasarnos, pero en fin…

Efectivamente, aquello nos retrasó y perdimos el resto de la tarde. Vino el Inspector Louis y le pusimos al tanto. Poco después Lucius Sinclair, de criminalística, se pasó y estuvimos un rato con él intercambiando opiniones. Estaba claro que en aquél escenario sí que tenía trabajo, así que les dejamos hacer y nos marchamos. Ya era tarde para visitar al Sr. LouChan, los comercios ya estaban cerrando y Rot quería interrogarle sin prisas. Rot llamó al doctor Lee a ver si tenía algo más, pero como siempre, no quiso adelantar nada hasta que hubiera terminado. Tenía otros cuerpos para las autopsias, así que acabaría tarde. Nos convino a la mañana siguiente en el desayuno. Rot habló con Lucius y más o menos le dijo lo mismo A parte del caso de la Sra. Newell y de Susan Bristol tenía que procesar otras pruebas, por lo que no acabaría pronto.

Una vez más nos íbamos a casa sin nada. Con mucha paja que revolver y recoger pero con nada útil para nuestro caso. Rot y yo ultimamos el plan del día siguiente. Hablaríamos con el Doctor Lee en el desayuno, veríamos si Lucius tenía algo para nosotros y por último, iríamos a ver al Sr. LouChan.
En aquella ocasión Rot no quiso intercambiar impresiones cenando algo, dijo estar cansado y que prefería irse a casa, ordenar las ideas y descansar. Le vi algo más animado, pero no me convenció. Parecía como si Rot pretendiera disimular, todo iba perfectamente, estaba distraído con el caso… pero sus ojos decían otra cosa. Nos despedimos y yo me quedé impotente. Segundo día y Rot no abría la boca. Sólo trabajo. No hablaba de Livi. Su dolor era suyo. Livi era suya.





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